Tribuna

Mi indignación por el Tribunal Constitucional

La dignidad del hombre está en la vida, en que se la respete. Ofrezco que se vea cómo la fe engrandece a la razón humana

Mi indignación ante la declaración o sentencia del Tribunal Constitucional, a propósito del recurso del Partido Popular y de VOX frente a la ley del gobierno de Pedro Sánchez sobre la regulación favorable de la eutanasia fue mayúscula. Pasó por mi cabeza adelantar al domingo esta colaboración del miércoles en LA RAZÓN, pero no lo hice para no dejarme llevar ni por sentimientos o reacciones inmediatistas e improvisadas, y lo hago ahora más sereno. Y formulo, en primer lugar, una pregunta a quienes han declarado constitucional tal ley sobre la eutanasia: los médicos que se rigen por un código secular deontológico propio y, en el fondo, universal, ¿tendrán que modificar tal código para adecuarse a lo que han declarado los jueces del Tribunal Constitucional, porque se halla en abierta oposición a tal declaración para actuar conforme a lo que, según ellos, dice la Constitución Española? ¿O es que no dice eso –lo que ellos afirman– la Constitución Española?. Porque tengo dudas, muy fundadas con la interpretación que han dado los jueces, contraria a lo que me comentó D. Adolfo Suárez González que se afirma en la Constitución a propósito del derecho a la vida en el artículo 15.1: «Todos» tienen derecho a la vida, como corresponde a la dignidad inviolable de todo ser humano. No sé si se trata de un «derecho absoluto», –depende de cómo entiendan el término «absoluto»–-, pero que se trata de un «derecho universal» de todo ser humano, cierto, porque todo ser humano tiene una dignidad inviolable, ¿o no? Por eso me añadía D. Adolfo Suárez: «Que no venga nadie y diga después que es constitucional y legítimo jurídicamente eliminar un ser humano; me van a decir a mí lo que dice la Constitución aprobada, cuando yo mismo con esta pluma escribí sobre el proyecto de Constitución –el artículo 15.1– que se sometería a referéndum y se aprobaría por amplia mayoría, y puse «todos».

La declaración del TC habla de «muerte digna»; la dignidad del hombre está en la vida, en que se respete la vida, de otra suerte, ¿qué dignidad hay o queda? Los cristianos tenemos una expresión clara sobre la dignidad del hombre, manifestada por san Ireneo: «La gloria de Dios es que el hombre viva, la vida del hombre». ¿Puede haber mayor dignidad que el hombre vivo, que viva, la vida del hombre y que ahí se muestra la gloria de Dios? Hoy, cuando escribo estas líneas, se celebra la Encarnación del Hijo de Dios, ¿cabe mayor dignidad que Dios se haya hecho hombre por amor al hombre, uno de tantos? Y no impongo esto a nadie, aunque lo ofrezco a todos que se vea cómo la fe engrandece a la razón humana.

Y, por último, el argumento que se esgrime en la declaración del Tribunal Constitucional es el criterio del derecho de autodeterminación, que es el derecho a decidir por sí mismo. Es muy peligroso y no rigurosamente científico ni jurídico este criterio, porque si decido por mí mismo, en virtud de la autodeterminación, por ejemplo matar o robar, ¿es ya legítimo ese proceder porque he actuado conforme al criterio de autodeterminación?

Acabo. Piensen el sinsentido de la declaración del Tribunal Constitucional y el daño que han hecho ya a los hombres. NOS LO PONE DIFÍCIL EL ACEPTAR AL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL CON DECLARACIONES ASÍ.

Antonio Cañizares Lloveraes cardenal y arzobispo emérito de Valencia.