A pesar del...
Inteligencia artificial y asqueroso capital
En ese libro muestra una incomprensión del proceso de creación de dinero mediante la reserva fraccionaria
Evocando la crisis de OpenAI y del caso de Sam Altman, despedido el 17 de noviembre de 2023 y que regresó como CEO de la compañía una semana después, la profesora Katharina Pistor, de la Universidad de Columbia, sostuvo en El País que el problema de la inteligencia artificial es el capital.
No se le ocurrió pensar en que los modelos de gestión de una empresa, una ONG, una cooperativa, una iglesia o un club no tienen por qué ser idénticos. Para ella lo malo es que como el capital aspira al beneficio necesariamente daña a la colectividad.
Había expuesto con anterioridad sus extraviadas teorías en el libro El código del capital, en el que aseguraba que el derecho ha sido usurpado por el capital, de tal forma que la legislación «cada vez más se lleva a cabo en bufetes privados y cada vez menos en Parlamentos o tribunales». Nada de esto tiene sentido alguno, como no lo tiene su absurda idea de que los Estados, los más grandes de la historia, se hallan inermes frente al capital. De hecho, la profesora cree que estamos amenazados por el mercado, donde la gente elige qué hacer con su dinero, y necesitamos Estados más grandes para que los políticos tomen todavía más decisiones en lugar de la gente: «La alternativa a mercantilizar la sociedad es la repolitización de la vida social y económica» –https://bit.ly/4eqltgk.
En ese libro muestra una incomprensión del proceso de creación de dinero mediante la reserva fraccionaria, lo que repite en su artículo de El País: «el dinero privado le debe su éxito al dinero estatal», como si los Estados no hubieran usurpado el dinero privado, ni controlado el negocio bancario, ni creado los bancos centrales para financiarse mediante el impuesto inflacionario. Para la profesora Pistor el mal deriva de que «el soberano está supeditado al capital y no al revés». Incluso declara que el Estado debe «proteger a los ciudadanos de las depredaciones del capital». El poder, en cambio, no depreda jamás.
Y así, siguiendo con diversas diatribas contra el capital, que vulnera la ética, socava la innovación, y todo lo que a usted se le ocurra: «no hay que esperar que el director ejecutivo de una gestora de activos con fines de lucro nos salve del cambio climático». Como si los enemigos del capital fueran especialmente amigos del medio ambiente.