A pesar del...

El Japón y usted, señora

La elevada presión fiscal que padecemos genera el esperable efecto de un languidecimiento del crecimiento económico y la creación de empleo

Leí tiempo atrás que la palabra del año 2023 en Japón había sido «impuestos». Inevitablemente, pensé en usted, señora.

Desde hace tres décadas, según informó Yukana Inque en The Japan Times, una fundación nipona, sobre la base de encuestas a la población, selecciona las veinte palabras que mejor hayan representado cada año, y anuncia la ganadora en una ceremonia que se celebra en el templo Kiyomizudera de Kioto. Según vi en la web japonismo.com se trata de «una de las ceremonias más esperadas del fin de año en Japón». La palabra «sei» –impuestos– fue seleccionada debido al aumento de la presión fiscal. No era la primera vez, porque en 2014 también resultó ganadora, porque el Gobierno había subido el impuesto al consumo del 5 por ciento al 8 por ciento.

Dirá usted: en prácticamente todos los países los Gobiernos suben los impuestos, desmintiendo así reiteradamente el bulo según el cual vivimos bajo el azote neoliberal y el desmantelamiento de los Estados. Y cuanto más los suben y más expanden el gasto público, más oprimen a los ciudadanos y peores resultados económicos cosecha el pueblo, como hemos visto en España. En efecto, cuanto más presumen Warren Sánchez y sus secuaces de extender y fortalecer el «escudo social» para amparar a los pobres, más aumentan el coste de la vida, la cesta de la compra, las dificultades para acceder a una vivienda, la pobreza y la exclusión. Extendida nuestra experiencia a Europa, la elevada presión fiscal que padecemos genera el esperable efecto de un languidecimiento del crecimiento económico y la creación de empleo.

Todo esto es sabido, aquí y en Japón. La novedad podría estribar, sin embargo, no tanto en la voracidad fiscal de las autoridades sino en la reacción de la gente. Por ejemplo, puede negarse a aceptar un modelo de supuesto progreso, conforme al cual se llama clase media a quien cobra el salario mínimo. Puede condenar ese modelo que acaba con las aspiraciones de progreso de la mayoría de la gente, y la somete a la servidumbre política en términos de fiscalidad, subsidios y regulaciones.

Si imitamos a los japoneses, igual se extiende entre nosotros el rechazo a la mentira sanchista según la cual aquí solo pagan más los asquerosos ricos. Igual los españoles dejan a votar a quien más los sablea. Igual.