El trípode

Jumilla: un debate profundo y serio

La libertad de conciencia y de culto, no son reconocidos en los países de los que proceden esos inmigrantes de los que se queja la Conferencia Islámica en Jumilla

La localidad de Jumilla ha tomado el relevo, si bien solo a efectos de notoriedad pública, a la también murciana de Torre-Pacheco, en un tiempo no pródigo en noticias políticas de interés nacional por las vacaciones. La alcaldesa del PP, de acuerdo con Vox, ha prohibido la utilización del polideportivo municipal para ceremonias religiosas islámicas por considerar que un local municipal deportivo no debe ser utilizado para actividades de otra finalidad. El asunto ha tomado alcance nacional porque en ella subyace una cuestión que tiene un indudable interés nacional, y que es precisamente la de la masiva inmigración musulmana y nuestra identidad histórica y nacional. Es oportuno recordar a esos efectos cuál es esa identidad, porque el problema de España es precisamente ser desconocida para una parte no menor de la sociedad española actual, y es sabido que “no se puede amar lo que no se conoce, y no se defiende lo que no se ama”. No es cuestión de un debate meramente político o ideológico, sino mucho más profundo, y sobre el que existen pronunciamientos de muy prestigiosos pensadores, historiadores e intelectuales. Desde Claudio Sánchez-Albornoz hasta Julián Marías, pasando por Ramón Menéndez Pidal, son numerosos los reconocidos autores que han expresado su convicción acerca de nuestra identidad nacional, que es “indisociable del cristianismo”. Y que España es un caso único en la historia al haber optado por la Cristiandad es decir, la civilización occidental, frente al islamismo, y habiendo peleado por esa opción durante ocho siglos, de manera continuada y heroica. Sin ese conocimiento y esa perspectiva, ni se entiende ni se defiende España, lo cual, por supuesto, es totalmente compatible con la libertad de conciencia y de culto, reconocidos como derechos humanos fundamentales en nuestra Constitución. Pero que no son reconocidos de análoga manera en los países de los que proceden esos inmigrantes de los que se queja la Conferencia Islámica en Jumilla. Lo razonable sería que el gobierno español estableciera acuerdos de reciprocidad con esos países en cuanto al culto público de los católicos residentes en ellos. Y por supuesto que la izquierda, tan comprensiva con el Islam, defienda y respete a los católicos. Esa izquierda tan “progresista como feminista” y que es sumamente complaciente con la violación de esos derechos para la mujer en los países islámicos, donde es considerada como una persona de inferior categoría al varón. En la actualidad, se estima que en España residen 2,5 millones de inmigrantes musulmanes, y sería conveniente que, por supuesto, respetando su culto, se conociera adecuadamente la religión islámica, que sus creyentes “radicales” consideran superior a la católica y a la que debe imponerse a la fuerza.