A pesar del...

La lección económica de CC.OO.

Lo más ilustrativo es que un sindicato, una vez más, ignore los derechos de los trabajadores, en este caso de la multitud de modestos trabajadores que con sus ahorros han logrado ser propietarios de una vivienda que alquilan para complementar su pensión

En 1946, el periodista estadounidense Henry Hazlitt publicó «La economía en una lección». Este breve ensayo, basado en otro de Frédéric Bastiat de mediados del siglo XIX, tuvo un gran éxito y se ha seguido publicando hasta hoy –hay una versión española disponible en Unión Editorial–. Esa lección consiste en no considerar exclusivamente el corto plazo, sino también el largo, en no analizar los efectos directos, sino también los indirectos, y en no atender solo a un grupo, sino al conjunto del pueblo. Esa importante lección de economía ha sido olvidada por CC.OO.

Un reciente estudio del sindicato lleva por título: «El lastre económico del rentismo inmobiliario nos impide crear 410.000 puestos de trabajo». Esa dañina rémora que frena nuestro empleo y nuestra prosperidad se llama propiedad privada.

No aconsejan abiertamente su eliminación, quizá porque el comunismo no ha terminado de funcionar. Emplean una retórica untuosa que elude la violencia: «abaratar el coste de la vivienda». Estupendo. Se abarata y ya está, magia potagia: «Reducir el coste de la vivienda supondría una mejora en el acceso a la vivienda y en la capacidad adquisitiva de los hogares, pero también tendría un potencial impacto en la demanda agregada (y, por tanto, en el crecimiento económico) y la creación de empleo en nuestro país».

Al menos Marx hablaba directamente de «expropiar», y Keynes de «eutanasia del rentista». No se atreve el sindicato a llegar tan lejos, e incluso edulcora el mensaje hablando de «liberación de rentas». Pero es siempre lo mismo, es decir, lograr el paraíso castigando a los propietarios, aunque esta vez sin explicar cómo.

CC.OO. ni los menciona. Y solo se subrayan las cosas estupendas que se podrían hacer con el dinero que se les quita. No consideran qué cosas podrían haber hecho los propietarios, de haberlo conservado.

Destaca el simplismo de lo que denomino keynesianismo cañí, de los cálculos pueriles de la elasticidad y de la fantasía de convertir demanda de consumo en empleo, que desde John Stuart Mill sabemos que es falaz. Pero quizá lo más ilustrativo es que un sindicato, una vez más, ignore los derechos de los trabajadores, en este caso de la multitud de modestos trabajadores que con sus ahorros han logrado ser propietarios de una vivienda que alquilan para complementar su pensión.