
Tribuna
El legado de Isak Andic
Como albaceas, podemos y debemos afirmar que la voluntad de Isak Andic, reflejada en su testamento, se ha cumplido de forma escrupulosa. Sus herederos han actuado siempre desde la unidad que su padre les inculcó, mostrando una gran generosidad con las personas a las que su padre amaba

Como albaceas del testamento de Isak Andic, y en cumplimiento del deber que nos encomendó, consideramos nuestra responsabilidad, justo el día en que Isak cumpliría 72 años, manifestar nuestro sentir.
No es una decisión que tomemos a la ligera, sentimos la obligación moral ante el cariz que ha tomado la situación.
Lo hacemos desde el más profundo respeto a su memoria y con la serena, pero firme, determinación de velar por la intimidad de su familia. En los diez meses transcurridos desde su fallecimiento, hemos sido testigos de cómo el dolor de un duelo privado se ha visto agravado por un debate público que causa un mayor sufrimiento.
La admiración que nos merece el legado de Isak Andic —un emprendedor visionario cuya contribución a la sociedad es incuestionable— no puede disociarse del respeto que se debe a su familia. Su trayectoria fue siempre un reflejo de su carácter: un hombre de infinita curiosidad, generoso y profundamente comprometido con los suyos y con la sociedad a la que sirvió desde su obra empresarial. Amén de su ingente obra benéfica.
Más allá de la dimensión humana, que ya de por sí debería ser suficiente para llamar a la contención, asistimos a la peligrosa vulneración de garantías fundamentales. El derecho a la presunción de inocencia, pilar de nuestro Estado de Derecho, ha sido con frecuencia obviado. Resulta especialmente grave que se señale públicamente a una persona, ignorando lo que el pasado 17 de octubre aseguraba la oficina de prensa del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, «que las diligencias respecto al accidente son secretas y, procesalmente, en este momento la causa no se ha dirigido ni se dirige contra ninguna persona concreta». Así se contribuye a crear una condena paralela que causa un daño irreparable a la dignidad de una persona, mucho antes de que la justicia se haya pronunciado. En cualquier caso defendemos la inocencia de Jonathan y su única condición de víctima.
Como albaceas, podemos y debemos afirmar que la voluntad de Isak Andic, reflejada en su testamento, se ha cumplido de forma escrupulosa. Sus herederos han actuado siempre desde la unidad que su padre les inculcó, mostrando una gran generosidad con las personas a las que su padre amaba.
Entendemos y respetamos el interés informativo siempre que se ejerza desde la veracidad y el respeto a los derechos fundamentales. Pero la difusión de rumores y especulaciones sobre su hijo, Jonathan Andic, que abarcan desde su capacidad profesional hasta la relación más íntima con su padre, dibuja un retrato que se aleja de la realidad. Isak y Jonathan se querían. Se querían mucho. Y Jonathan admiraba y admira a Isak.
Hoy esta situación somete a la familia a una presión añadida que resulta difícil de sobrellevar mientras atraviesan el duelo por la pérdida de su padre. Es un panorama tan cruel desde el punto de vista humano que requiere de la máxima consideración.
Confiamos en la rigurosidad de la justicia, de los cuerpos de seguridad del estado y de los medios.
Es imperativo que estos valores se impongan y que el respeto por las personas prevalezca sobre los juicios paralelos. Se lo debemos a la memoria de Isak Andic, un hombre que trabajó toda su vida desde el esfuerzo y la generosidad. No es solo una cuestión de justicia para una familia, se trata de la salud de nuestro debate público y del imperio de la ley.
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