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La ley de Morfi

Los mods, rockers, punks, fueron siempre hijos del barrio y la emigración: ley de vida

Esta semana falleció Morfi Grey, vocalista de La Banda Trapera del Río, antiguo grupo de punk del extrarradio barcelonés, proveniente de la entonces llamada Ciudad Satélite de Cornellá.

La Trapera (como se los conocía para abreviar) se convirtieron en una obstinada leyenda suburbana –minoritaria, pero de culto– mantenida durante nada menos que cincuenta años desde la publicación de su mítico disco de los setenta. Hace poco, fallecieron también sus otros dos integrantes básicos: el afásico guitarrista Tío Modes (que solo se expresaba con locuacidad con su Gibson) y el contundente batería Raf Pulido. Pude verlos en su fugaz destello de hace medio siglo y eran indudablemente individuos singulares. Encarnaban a esos otros catalanes cuya existencia jamás quiere reconocer el nacionalismo. Eran hijos de la emigración, provenientes de los barrios periféricos de Barcelona, cantera primordial de proletarios de donde la burguesía catalana extrae material humano para progresar industrialmente. Pertenecían a ese mundo que el catalanismo siempre ha intentado connotar como facha porque habla castellano. Pero La Trapera eran demasiado anárquicos, demasiado subversivos, sarcásticos, verídicos y evidentes, como para que el catalanismo-bien les pudiera colgar ese sambenito falaz.

Obviamente, no progresaron. Nadie les subvencionó nunca. Pero es curioso cómo su primera grabación de los 70 sigue siendo mítica. Quizá porque, ahora que se habla tanto de bilingüismo, La Trapera tuvo la suficiente apertura mental para, usando entre ellos un castellano plagado de andalucismos de la emigración, incluir en ese primer trabajo mítico una canción en catalán (Ciutat Podrida) con letra de su amiga Esther Vallés. El catalanismo nunca ha tenido la misma generosidad a la inversa.

Los mods, rockers, punks, fueron siempre hijos del barrio y la emigración: ley de vida. Luego, los niños nacionalistas de buena familia –que querían posar de izquierdistas– practicaron apropiación cultural de esos movimientos, resultando inevitablemente falsos e impostados. No llegaron lejos. Ninguno consiguió éxito, porque carecían del verismo y la naturalidad de gentes como La Trapera.