Cuartel emocional
Libre albedrío
La noción de libertad personal, aunque compleja, sigue siendo un pilar del pensamiento humano
El libre albedrío es la capacidad que tienen los seres humanos para tomar decisiones de manera voluntaria, sin estar determinados por fuerzas externas o internas inevitables. Es un concepto central en la filosofía, la teología y la psicología, ya que plantea preguntas fundamentales sobre la responsabilidad moral, la ética y la autonomía individual. Desde la perspectiva filosófica, existen distintas posturas sobre el libre albedrío. El determinismo sostiene que todas nuestras acciones están condicionadas por causas previas, como la genética, el entorno o las leyes físicas, lo que pone en duda la libertad real de nuestras elecciones. Por otro lado, los libertarios filosóficos defienden que sí existe una libertad genuina en nuestras decisiones, independiente de condicionamientos previos. En el ámbito religioso, especialmente en las tradiciones judeocristianas, el libre albedrío es fundamental, ya que permite a las personas elegir entre el bien y el mal, y por tanto ser moralmente responsables ante Dios. Sin esta capacidad de elección, la noción de pecado o virtud perdería su sentido. Sin embargo la neurociencia sugiere que muchas decisiones se toman inconscientemente antes de que seamos conscientes de ellas, lo que complica aún más la noción de una voluntad verdaderamente libre. A pesar de estos desafíos, el libre albedrío sigue siendo un principio esencial en la vida cotidiana y en el derecho, donde se asume que los individuos son responsables de sus actos. La noción de libertad personal, aunque compleja, sigue siendo un pilar del pensamiento humano. Hago esta introducción en tono serio y hasta pedante para llegar hasta un individuo que quizá ni siquiera merezca el beneficio de la duda, dada su trayectoria. Tengo una triste experiencia con García Ortiz en la que quedó patente de que, la parcialidad, intolerable en su profesión, es la bandera que ondea encima de la mesa de su despacho de Fiscal General del Estado, y hasta incluso en la que fue su garita en la Audiencia Provincial de Galicia, donde tuve la mala suerte de cruzármelo. En estos días en que las asociaciones de fiscales piden al juez su suspensión, los políticos del partido ante el que se arrodilla ofrecen división de opiniones. Borrell, socialista todavía en activo pero perteneciente ya a la vieja guardia, asegura que su continuidad no es estética, afirmación muy acertada. El hipócrita Page dice que ha de retirarse por sentido común, y la pobre Robles, “la pájara”de la que se reían a mandíbula batida Sánchez y Ábalos, como cabía suponer no se moja. Dice que “a su libre albedrío” la muy pía. Después de todo lo dicho más arriba cabría suponer que la ministra acierta, puesto que a los católicos nos enseñaron desde pequeñitos que el destino está en nuestras manos, cosa que es cierta, pero no creo yo que sean las enseñanzas religiosas los motivos que mueven a la pequeña Margarita, sino que es una frase muy bien colocada para salir del paso.
Vivimos el mayor seísmo político en muchos años, como ha sucedido en Rusia y todas las zonas afectadas por este fenómeno; no habíamos visto nada similar desde Fukushima ni en España habíamos contemplado nada parecido desde los años álgidos de la corrupción felipista. Aun así, ¡quien volviera a aquellos tiempos!, cuando, al menos, un mínimo de sentido democrático pudo prevalecer ante la vorágine de los sinvegüenzas, y la presencia de un Rey como don Juan Carlos todavía colocaba las cosas en su sitio. De hecho era el único español que estaba en su sitio.
CODA. El colombiano Gustavo Petro, después de la pequeña cumbre de pequeños sátrapas comunistas iberoamericanos propiciada por Sánchez hace diez días, va y dice ahora que los españoles que fundaron Santa Marta hace 500 años fueron unos genocidas de tomo y lomo. A éste le ha picado la misma mosca que a López Obrador, cuando México tuvo la desgracia de tenerlo como presidente…