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Canela fina

Llamada de atención al alcalde

«A favor del estupendo arbolado de Madrid, en contra de que se taponen fachadas históricas como el Banco de España o el Palacio Real»

Las encuestas más serias son inequívocas. Si hoy se produjeran elecciones municipales, Almeida mejoraría su mayoría absoluta. Serio, razonador, trabajador incansable, el alcalde está haciendo una gestión que se distingue por su eficacia. Se ha enfrentado con los grandes problemas: las infraestructuras, la polución, los atascos, la limpieza urbana, la digitalización, los aledaños de la ciudad… También con pequeños problemas que definen una gestión certera. Ana Botella borró los carteles colgantes entre Cibeles y Colón y prometió que eliminaría los restantes una vez cumplidos los contratos. Aunque le queda largo trecho por recorrer, Almeida está en ello. «Prohibido fijar carteles, responsable la empresa anunciadora». Con este lema, varios antecesores de Almeida se empeñaron en eliminar de la capital de España los anuncios que la degradaban a lo caribeño. Y fue el propio Ayuntamiento, vaya usted a saber por qué oscuros negocietes, el que inundó las principales calles de Madrid con anuncios menores. Habrá que confiar en que el alcalde termine con ellos, de la misma manera que ha eliminado los grafitis cutres en los túneles.

Almeida sabe que Beaumarchais tenía razón y que «sin la libertad de crítica, de nada valen los elogios enorgullecedores». Por eso habrá que recordarle que no puede someterse a las exigencias de los fanáticos de los árboles. Siendo Chirac alcalde de París, asistí a la entrevista que para la agencia Efe le hizo Ramón Luis Acuña. Elogió el gran político el arbolado madrileño y añadió: «Lástima que no se hayan respetado las fachadas de los grandes edificios». Tenía razón. Almeida ha plantado una docena de árboles delante del actual Ayuntamiento. Cuando se desarrollen taparán la fachada, como hacen ya en parte los que difuminan la fábrica magnífica del Banco de España en la calle de Alcalá. O lo que es peor, los que taponan la fachada del Palacio Real en la plaza de Oriente. Admirablemente iluminada, apenas la distinguen los que salen del Teatro Real al finalizar la ópera. Lo menos que puede pedirse al alcalde es que elimine los árboles que enrarecen y los sustituya por setos y parterres bajos. Tampoco estaría de más que, como se ha hecho en la avenida de los Campos Elíseos para mantener la vista del Arco del Triunfo, se poden los árboles entre Cibeles y la Puerta de Alcalá, 58 años más antigua que el Arco de L’Étoile.

Luis María Anson de la Real Academia Española