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El Macho Alfa y el feminismo
«Pablo Iglesias, de alguna manera, rompió el consenso sobre la Transición y ahora ha dividido al feminismo»
Jordi Sevilla fue ministro con Zapatero en La Moncloa y, aunque fuera muy discutible, buscó una vía de salida no traumática al independentismo, entonces rampante. También decía que (sic) «la política se ha convertido en un medio para lograr el poder y mantenerse en él». En sus tiempos, y también ahora, apostillaba que «antes se iba a la política para hacer algo y ahora para ser alguien». Está escrito y publicado y, por si hubiera alguna duda, Sevilla es bastante crítico con este Gobierno, aunque insiste en que es su Gobierno. El espectáculo de «sostenella y no enmendalla» de Irene Montero, ministra y madre de lo hijos de Pablo Iglesias, y de Ione Belarra, desde la soledad del banco azul, tiene que tener algún significado. Hay pocos precedentes –si es que hay alguno, como en la lírica de Lorca en el «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías», quizá su cumbre poética– de un Gobierno dividido en una votación clave, desde el punto de vista estético-simbólico, que se resista solo por la querencia al cargo o por el cálculo electoral.
Irene Montero, ministra de Igualdad, junto con Ione Belarra, son la principal oposición, desde dentro, al Gobierno, condicionado a sus apoyos, al Gobierno de Sánchez, atrapado en su propia trampa y más Frankenstein que nunca, como diría el llorado Rubalcaba. Son vísperas de elecciones, primero municipales y luego generales y el gran macho alfa de la extrema izquierda, neoleninista, Pablo Iglesias, mueve sus fichas. Puede esgrimir, ya pasado el 8-M, dos grandes logros: 1) La ruptura del consenso sobre la Transición, sí, con mayúsculas, quizá el mayor logro de la sociedad española en siglos; 2) La quiebra del movimiento, del consenso –también– feminista, algo en lo que existía un inmenso apoyo mayoritario en la sociedad española, además sin matices. Nadie entiende la cerrazón de Montero (Irene) y Belarra para modificar un error –que todo el mundo puede cometer– en una Ley, salvo que exista un cálculo político y que el ideólogo de todo ello, Pablo Iglesias, que es el macho alfa y él lo sabe y lo utiliza, juegue la baza de que –Yolanda Díaz incluida– se haga lo que yo diga o nada valga. Es tan simple –y preocupante– como aquello de que la política sea un medio para mantener el poder, como dijo Sevilla.
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