El buen salvaje

Las Malvinas

Lo que cansa es que haya tantos payasos en la pista a la vez

Estamos en plena crisis con Argentina por mor del verbo y las malas lenguas de Milei, y los golpes de pecho de Sánchez, que son como el salto de la reja en Almonte, o sea, pujar por la pureza de la Blanca Paloma. Ay, Milei Lama, ay Milei Milei. Cómo se pasan. No podía fallarnos en este lance el ministro que pone acidez (de estómago) al canalla panorama de la política de aquí. El mismo ministro que comenzó esta guerra de las Malvinas versión española al decir que Milei «ingería sustancias» continúa con sus disparos a los malos hábitos, en este caso de Ayuso y de alguno de sus asesores, al que señala (quién será, será) por tomarse ocho gin tonics diarios. Qué tiempos en los que drograrse y beber estaba bien visto. Tiene que ser un socialista, la moralina monjil de las clarisas de Belorado, el que afee de conductas desviadas que sólo asustan a las viejecitas. Si le pregunta a la ministra de Sanidad, le dirá que los cocainómanos y los alcohólicos son enfermos necesitados de ayuda. Es como asegurar que alguno de sus compañeros, con mofletes de cintura para abajo, y que sabe mucho de diplomacia, se come tres palmeras de chocolate en el desayuno y dos bollycaos en la merienda. Pues que se los coma. Y el asesor, pues que se los beba. Y si tienen algún problema tras el atracón que consulten a un especialista o que vayan a terapia, como cualquier cantante de Operación Triunfo.

Lo que cansa es que haya tantos payasos en la pista a la vez mientras censuran a los humoristas profesionales, que se quedan sin temas a los que tirar una tarta de merengue. Gila coge el teléfono y repite aquel clásico: «¿Es el enemigo? ¡Que se ponga!» Así acabará, al tiempo, este chiste que por el momento desemboca en la advertencia de que no se dejará entrar en España al presidente argentino. Lo peor de todo es que ninguno de los jerifaltes en disputa, el mesetario y el porteño, conocen hasta qué punto llegará el otro. Menosprecian al contrincante. Cabeza de león o cola de ratón. No saben dónde se han metido. Parecen poco ocho gin tonics.