El bisturí
El manual de la dictadura bananera contra Ayuso
La prioridad del Gobierno no pasa por mejorar la vida de los ciudadanos de Madrid, sino por derrocar a su presidenta
El Gobierno ha encontrado en el manual de funcionamiento de las dictaduras bananeras la hoja de ruta perfecta para baquetear a sus enemigos en medio de la zozobra de la legislatura. Si en la pasada ejecutó con suma habilidad las reglas de oro de dicho compendio de actuación política, en ésta lo hace con una maestría sin igual, nunca antes vista en la historia de la democracia española. El manual que ha permitido resistir y más tarde asentarse a los populistas sudamericanos de todos los tiempos se basa en varios principios. El primero consiste en difuminar desde dentro del sistema los poderes del Estado hasta que lleguen a confundirse. Para ello basta con fusionar al partido con el propio Gobierno –como ocurre ya con el PSOE–, colonizar las cúpulas de las principales instituciones judiciales y poner en el disparadero a los jueces y magistrados díscolos frente al Poder Ejecutivo. Aunque no ha logrado aún todos los objetivos, el sanchismo está mostrando en este particular terreno una eficacia máxima. Para comprobar sus avances, basta con ver los ataques lanzados incluso por los propios ministros al juez Manuel García-Castellón, o seguir el rumbo de la Fiscalía General del Estado, un órgano que nunca antes había estado tan al servicio de un Gobierno como en la actualidad. Su filtración interesada en el caso de la pareja de Isabel Díaz Ayuso es sólo la gota que colma el vaso de un sesgo y una falta de independencia sin parangón en tiempos pretéritos. Las garras del Poder Ejecutivo en el ámbito judicial se extienden ya tan lejos, que son pocos, por no decir ninguno, los que dudan de una futura sentencia judicial favorable del Tribunal Constitucional a la ley que más vulnera la Constitución de todas las dictadas hasta la fecha: la que amnistía a los secesionistas catalanes.
La aplicación del manual del buen gobierno bananero pasa también por colocar en la diana a los principales rivales políticos y lanzar contra ellos a todo el aparato del Estado, con el fin de lapidarles mediáticamente y eliminarles después de la esfera pública, emulando la máxima de que muerto el perro se acabó la rabia. Es lo que el sanchismo lleva haciendo con Isabel Díaz Ayuso desde el mismo inicio de la pandemia, pinchando siempre en hueso. La estrategia aquí pasa por difundir bulos en torno al personaje que se enfrenta al poder y muestra capacidad para dañarlo, montarle algaradas con el auxilio de todo tipo de satélites, preconstruir supuestos casos de corrupción contra él o ella si es posible y, si no, contra familiares o allegados, y lanzar contra su figura a toda la jauría mediática y a los propios ministros si fuera menester. Si el actual titular de Transportes, Óscar Puente, dedicara la mitad del tiempo que dilapida en lanzar tuits contra la presidenta de Madrid en preocuparse por el lamentable funcionamiento de las Cercanías, que son de su competencia, otro gallo les cantaría a los sufridos madrileños. Lamentablemente, la prioridad del Gobierno no pasa por mejorar la vida de los ciudadanos de esta comunidad, sino por derrocar a su presidenta, a la que sólo le falta entrar en la cárcel, como le ocurrió a Leopoldo López en Venezuela. El tercer principio de este manual populista consiste en convertir la mentira en la nueva gran verdad, adulterando el lenguaje y reinventando todo tipo de hechos. Si antes los independentistas eran los malos, ahora son los buenos. Mejores incluso que Ayuso. Si antes era imprescindible tener Presupuestos para gobernar, ahora ya no. Y así con todo.
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