Historias del mundo

El marisco de Fukushima

«Japón se ha gastado más de 18 millones en una campaña sobre la supuesta seguridad de sus vertidos radiactivos al mar»

En verano, con los miles de desplazamientos a las costas, aumenta el consumo de pescado y marisco en los bares, restaurantes y chiringuitos de la playa. Si supiera usted que la gamba a la plancha proviene de Fukushima, ¿la comería con tranquilidad?

Este debate –y conflicto diplomático en ciernes– ocurre a miles de kilómetros de España. A finales de agosto, Japón empezará a verter al mar agua radiactiva tratada procedente de la central nuclear de Fukushima. Recordemos que, tras un devastador terremoto y posterior tsunami en 2011 –que causó la muerte a más de 20.000 personas– se produjo un accidente nuclear que dañó tres de los seis reactores. Para el Gobierno nipón ya ha pasado el tiempo suficiente. A pesar de las noticias recurrentes sobre peces de roca capturados con una cantidad de cesio radiactivo 180 veces superior al límite oficial permitido, Tokio se mantiene en sus trece. Liberará 1,3 millones de toneladas de aguas residuales de la antigua central de energía. Las autoridades japonesas se basan también en el informe realizado precisamente por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que concluyó en julio que el vertido de agua se ajusta a las «normas de seguridad mundiales» y tendrá «un impacto radiológico insignificante en las personas y el medio ambiente».

China, uno de los mayores consumidores de productos nipones, y Corea del Sur, están haciendo mucho ruido. Los surcoreanos no se fían y han comprado kilos y kilos de sal marina antes de que llegue el dichoso vertido. Mientras que Pekín ha comunicado a Japón que ha introducido pruebas generales de radiación en las importaciones de marisco procedentes del país vecino, para proteger a sus consumidores.

En Tokio se quejan que, debido a esta nueva medida, además del marisco, otros alimentos básicos como el arroz y las bebidas sufren retrasos en las aduanas chinas. Pero el Gobierno japonés tiene asimismo un problema interno, de ahí que se haya gastado 3.000 millones de yenes (18,8 millones de euros) en una campaña que tiene como fin tranquilizar a la población japonesa. En las estaciones de tren, en televisión, en festivales y en institutos se ofrecen anuncios y foros que respaldan la seguridad del plan. En época de redes sociales, hasta transmiten en directo la «vida» de unos peces en un tanque lleno de aguas residuales. ¿Se los comerán las autoridades luego?