Editorial

Menos «bulos Sareb» y más rigor en vivienda

El asunto exige la seriedad de la que adolece la añagaza de Moncloa. Las respuestas nunca llegarán de un modelo intervencionista y de tutela pública, restrictivo y que deprima la oferta

El anuncio sorpresa de Pedro Sánchez en la conferencia municipal del PSOE este fin de semana –incluso lo desconocían las ministras de Unidas Podemos– sobre las 50.000 viviendas procedentes de la Sareb que el Gobierno pretende movilizar para destinar a alquiler asequible está llamado a ser el gran reclamo socialista para las elecciones municipales y autonómicas e incluso las generales. Junto a la ley de vivienda, pactada con Bildu y ERC, pretende erigirse como una palanca que dinamice los recursos precisos para encauzar las tensiones en una demanda social que requiere respuestas. En principio, los remedios puestos por la izquierda encima de la mesa prometen el éxito frente a la realidad en la que el acceso a una casa es poco menos que una quimera, especialmente para los jóvenes. Estamos ante un fenómeno poliédrico, que se arrastra casi de manera crónica y que se agudiza en cada periodo de crisis. Por eso la sensibilidad popular es muy alta y se convierte en una pendencia recurrente para todas las administraciones a las que les cuesta articular políticas virtuosas, equilibradas y eficientes que estimulen una oferta medida que no degenere en burbuja. Las pócimas mágicas con gran parafernalia son muy efectistas, pero nada eficaces, sobre todo porque la teatralidad electoral persigue el impacto emocional y mediático que suele diluirse en días, sino en horas. Con Sánchez llueve sobre mojado en esto de los prodigios del cariz de las 50.000 casas y la experiencia aconseja desconfiar. Luego, se constata que el ampuloso plan es un artificio que Moncloa ha manejado conforme a sus intereses en diferentes coyunturas. En marzo de 2021, el entonces ministro Ábalos anunció 100.000 viviendas en alquiler asequible gracias a mil millones de los fondos europeos. Sánchez firmó ese plan con los 50.000 pisos de la Sareb que anuncia ahora más el resto que llegarían de la colaboración con fondos e inmobiliarias. Dos años después, las llaves entregadas han sido cero. Es un señuelo con tintes de bulo. No solo porque sea una oferta incumplida, también por la calidad de los activos que deben obrar el milagro para que los españoles vean cumplido su derecho a una morada. Desde 2012 la Sareb ha vendido lo que se podía vender y el resto ha sido desechado por diferentes motivos, especialmente por su dudoso estado de conservación, además de que tan solo un 8% de las 50.000 de Sánchez se encuentra en zonas con graves problemas de alquiler como Madrid, Barcelona o Islas Baleares. El asunto exige la seriedad de la que adolece la añagaza de Moncloa. Las respuestas nunca llegarán de un modelo intervencionista y de tutela pública, restrictivo y que deprima la oferta. La alternativa pasa por el respeto a la libertad y la propiedad, con una beligerancia total a realidades indeseables como la okupación y la apuesta por los estímulos de una fiscalidad moderada.