Ventanilla única
Menos samba y más "trabayar"
España es envidia en el mundo por el nivel de algunos de nuestros deportistas, pero su proyección mundial se debe más al propio talento y al empeño y apoyo de sus padres y entrenadores que a un proyecto deportivo efectivo
Hace apenas una semana, poco antes de que dieran comienzo los Juegos Olímpicos de París 2024, el presidente del Gobierno logró por fin su objetivo posar con los deportistas de élite españoles, una imagen amable y vendible ante la opinión pública que le negó la selección de fútbol, flamante campeona de Europa. Para el recuerdo de la comidilla general queda el desplante de Carvajal al estrechar la mano de Pedro Sánchez, que fue tan celebrada por muchos como denostada por otros tantos, aunque creo que fueron bastante menos estos últimos.
Sabe el presidente que una foto junto a los iconos deportivos patrios vale su peso en oro y, por eso, lo intenta una y otra vez sin demasiada suerte. La que ha logrado con el equipo olímpico y paralímpico nacional ha quedado un poco deslucida. Sé de buena tinta que muchos deportistas se borraron a última hora y a otros los forzaron “amablemente” a acudir a la cita de Moncloa. Pero las caras no suelen mentir y muchos de los que allí estaban apenas esbozaron algún rictus semejante a una sonrisa durante la sesión fotográfica.
Y es que no tiene mucho por lo que presumir el presidente a tenor los discretos resultados obtenidos hasta ahora, que dejan en evidencia la inversión que desde el Estado se realiza en deportes y deportistas. Sólo hay que ver el medallero para darse cuenta que los países con mejores resultados son los que tienen un proyecto deportivo adaptado desde todos los niveles, con implicación directa del sistema educativo y con unos presupuestos destinados a potenciar y sacar del anonimato a los que destaquen en algún deporte.
España es envidia en el mundo por el nivel de algunos de nuestros deportistas, pero su proyección mundial se debe más al propio talento y al empeño y apoyo de sus padres y entrenadores que a un proyecto deportivo efectivo. Nuestras estrellas futbolísticas nacen gracias al trabajo realizado privadamente por los clubes -y en menor media por las federaciones-. En el baloncesto, waterpolo o el balonmano, otro tanto de lo mismo. Y luego están los casos aislados del tenis, el automovilismo o el motociclismo.
Pero se nos ven las costuras cuando nos enfrentamos a nuestra propia realidad en unos Juegos Olímpicos. Cuando llega ese momento, ahí está el presidente para buscar la foto ansiada sin que pueda presumir de haberles ayudado a llegar hasta ahí. El Plan ADO ha logrado que los deportistas españoles hayan acumulado 143 medallas en las nueve citas olímpicas celebradas entre Seúl 1988 y Tokio 2020, a las que habrán de sumar las que se logren en París.
Pero este plan, financiado principalmente por las empresas españolas -que han inyectado 360 millones de euros mediante 12.058 becas- empieza a evidenciar su obsolescencia por su falta de flexibilidad fiscal, ausencia de incentivos y poca visibilidad para las compañías que deciden invertir, lo que ha provocado que el propio Consejo Superior de Deportes haya tenido que asumir en los últimos años más de la mitad del presupuesto, hasta un 62%.
En su primera edición, coincidiendo con los Juegos de Barcelona, el Plan ADO logró 79 millones de inversión, cifra que ha ido languideciendo al mismo ritmo que los éxitos deportivos, hasta caer a los 22 millones de Tokio y una cifra similar en París. Por tanto, hace falta un verdadero plan deportivo, como el que tienen países de nuestro entorno -no hay que irse muy lejos-, como Francia, Italia, Reino Unido o Alemania, incluso otros con economías más débiles que la nuestra como Hungría, Eslovaquia o Eslovenia tienen más visibilidad deportiva. Y no entremos en el atletismo, en el que países sin apenas recursos nos dejan a la altura del betún.
Pero no se trata sólo de dinero. Hace falta una verdadera estructura deportiva desde la base. Señor presidente, hágase menos fotos para la posteridad y tenga más proyecto deportivo. Ponga menos sonrisas forzadas, reduzca las palabras huecas y financie adecuadamente la base. Haga menos propaganda vacía y dé más apoyo a las nuevas generaciones. Menos posar y más plan, aunque sea el ADO. Como recordamos las generaciones que reímos con los “sketches” de Emilio Aragón, menos samba y más “trabayar”.
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