Opinión

El milagro que convertiría a Voltaire

«Un 29 de marzo de 1640 se produjo el mayor milagro conocido desde aquellos que aparecen narrados en la Sagrada Escritura, y que ha pasado a la Historia como "El milagro de Calanda"»

Hoy es 29 de marzo, fecha en la que se produjo en 1640 el mayor milagro conocido desde aquellos que aparecen narrados en la Sagrada Escritura, y que ha pasado a la Historia como «El milagro de Calanda» por haber acontecido en dicha localidad aragonesa.

También se conoce como «El milagro del Cojo de Calanda», al estar protagonizado por Miguel Juan Pellicer, un joven cojo de 21 años que, mientras dormía le fue reimplantada la pierna derecha que le había sido amputada varios meses antes «cuatro dedos por debajo de la rodilla» en el Hospital de Gracia de la capital aragonesa, tras haber sido atropellado por la rueda de un carro que le pasó por encima.

Todos los datos son incuestionables por estar totalmente acreditados documentalmente en el proceso canónico abierto por el arzobispo de Zaragoza a instancias del propio Ayuntamiento. E incluso mediante un acta notarial levantada en el lugar de los hechos a las pocas horas de producirse, además de ser de conocimiento público y notorio las circunstancias de su accidente e intervención quirúrgica posterior, así como su invalidez que le convirtió en mendigo en la puerta de la Basílica del Pilar de Zaragoza, que cada día era visitada por miles de fieles que dieron fe de lo ocurrido.

Ante la incuestionable evidencia de los hechos, fue el clamor popular el que promovió el expediente que reconoció la certeza del milagro obtenido por la intercesión de la Virgen del Pilar. Es de interés saber que Voltaire, el gran filósofo de la Ilustración, racionalista, cientificista y negador de la religión –a la que consideraba esclava del fanatismo y la superstición– escribiría sobre los milagros un siglo después: «El día que vea a un cojo con su muleta y su pierna enterrada y luego lo vea caminando con esa misma pierna, creeré. Como nunca sucederá, nunca creeré en los milagros». Sin duda Voltaire no supo en vida que exactamente ese mismo milagro se había producido ya.

El impacto causado en las Cortes europeas al tener conocimiento del suceso fue extraordinario, por lo que fue censurado al estar en pleno apogeo las guerras de religión, con los Tercios españoles batiéndose en los campos de batalla por el honor de Aquella que había conseguido tal suceso, considerando que sería un signo de que el Cielo tomaba partido por las Armas españolas. El Rey Felipe IV mandó llamar a Madrid al antes cojo Miguel Juan Pellicer, y ante los embajadores europeos le besó la pierna por la cicatriz en un gesto de soberano reconocimiento.