A pesar del...
Milei quiere calles públicas
El ataque de nervios que sufre la izquierda ante el liberalismo de Milei puede pasarse de frenada cuando acepta allí lo que se apresuraría a condenar aquí, a saber, los cortes de calles
El llamado progresismo tiene razón al señalar que si el presidente argentino, Javier Milei, pretende gobernar saltándose el Congreso, mediante lo que llaman en mi país natal decreto de necesidad y urgencia, ello es contradictorio con el liberalismo.
Ahora bien, muchos son más diestros en detectar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Así, la prensa de izquierdas despotrica contra Milei, pero fue más parca a la hora de criticar a Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, y que batió todos los récords el año pasado, porque recurrió a los decretos leyes más que ningún otro presidente. Porque, ya sabe usted, señora, que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Sea como fuere, el debate de fondo es sin duda legítimo: ¿se puede imponer la libertad saltándose los frenos y contrapesos del sistema parlamentario? ¿es que el poder no debe tener límites si gobierna bien?
En cambio, el ataque de nervios que sufre la izquierda ante el liberalismo de Milei puede pasarse de frenada cuando acepta allí lo que se apresuraría a condenar aquí, a saber, los cortes de calles.
Vimos al progresismo muy enfadado porque Milei quiere regular las manifestaciones de modo que no bloqueen unas vías que no por azar se llaman públicas. Hay que recordar que esto es norma en la Argentina, y ha dado lugar a movimientos políticos «piqueteros» que viven de subsidios y cuya acción consiste en paralizar el tráfico en importantes calles y carreteras del país, especialmente en Buenos Aires.
Que Milei quiera controlarlos ha sido interpretado por nuestros progres como un atentado contra la libertad del pueblo. Pero son los mismos progres que quieren, con razón, que el tránsito circule libremente por la madrileña calle de Ferraz.
En fin, son los mismos progres que piensan que aquí los ultras son solo los de Vox, pero jamás los de Bildu; y los mismos que se escandalizan ante el muro de Trump pero que no dicen una palabra de la valla de Melilla. Y que, por supuesto, montarían en cólera si unos piqueteros sin previo aviso ni autorización les bloquearan totalmente el paso para ir a trabajar o a coger un tren o un avión, como sucede en la Argentina.
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