
El bisturí
Los ministros que cardan la lana
El país funciona peor que nunca en medio de la mayor voracidad recaudatoria de la historia
En el caos en el que Pedro Sánchez y sus huestes han sumido a España, hay algunos ministros que llevan la fama y otros que cardan la lana. El que se lleva la fama con todo merecimiento es Óscar Puente, el parapeto del presidente del Gobierno: su talante altanero frisando en lo chulesco le ha puesto en la diana de los españoles. Si se les pregunta, pocos habrá que no identifiquen al ministro de Transportes y Movilidad Sostenible con el desastre ferroviario, el vergonzoso funcionamiento de las Cercanías y las averías continuas que sufre la alta velocidad. La joya de la corona que desarrolló con acierto el felipismo para vertebrar a España une hoy a todas las regiones, pero en el cabreo por los retrasos y los fallos permanentes. Después de siete años de gobierno sanchista, ya no valen las excusas de que la culpa es de los recortes o la desinversión del PP. El recurso manido a esta falsa justificación de lo inexplicable ya aburre y ni los más entregados se lo creen ya.
Entre los ministros que contribuyen al desastre gestor en España pero logran salvar aparentemente la cara, mostrando más habilidad que Puente para ello, figuran la de Transición Energética y Reto Demográfico, y la de Sanidad. De apellido impronunciable, Sara Aagesen Muñoz es además vicepresidenta tercera –como si tener tantas vicepresidencias fuera sinónimo de eficacia, cuando parece que es todo lo contrario–, y ha logrado hasta ahora salir indemne del gran apagón, pese a que de energía sabe lo justo y el ecologismo de salón que predica pudo tener mucho que ver en el oscurecimiento histórico que sufrió todo el país, como sucede en la Cuba castrista. El peón a sacrificar, la cabeza de turco de este lío monumental sin precedentes en nuestro país, la pieza que se dejará caer si es necesario por la responsabilidad del desastre, no será ella, sino Beatriz Corredor, la experta en minipisos que regenta Red Eléctrica por obra y gracia del sanchismo y a la que el sanchismo medita ahora dar la espalda si lo necesita.
De la otra que carda la lana en el Gobierno, Mónica García, se habla hoy poco porque su irrelevancia política es manifiesta y todavía no se ha producido una gran crisis atribuible a su gestión que salpique al país, a modo de intoxicación masiva, pandemia u otra circunstancia, pero su pésima labor está contribuyendo a hundir otra de las joyas de la corona consolidada por el socialismo verdadero y la ideología conservadora del PP durante sus diferentes mandatos: la Sanidad. En este caso concreto, la ministra trata de atribuir la fama de su inoperancia a las comunidades del PP y, particularmente, a Isabel Díaz Ayuso, por aquello de las transferencias, pero su treta cuenta con tanto acierto como el de su partido a la hora de retener a sus mermados, y muy defraudados, electores. Mientras ella carda la lana, la primaria languidece, los sanitarios escasean, las listas de espera se disparan y los medicamentos buenos, los que alargan la supervivencia y salvan incluso vidas, llegan tarde. Muy tarde: más de 600 días, aunque ella diga que son menos.
El caso es que por culpa de unos y otros, de los que se echan la fama y los que cardan la lana, el país funciona peor que nunca. Y lo hace en medio de la mayor voracidad recaudatoria de la historia.
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