Letras líquidas

«Mochisma», el nuevo machismo

Y, a veces, uno tiene la sensación de que hay mucho en la vida real, más allá de los juegos del lenguaje, que también se pone del revés

Nació en los ambientes tangueros a comienzos del siglo XX y ha llegado hasta nuestros días. El «vesre», por revés, o sea, cambiar el orden de las sílabas en las palabras, se ha consolidado en Argentina como una habilidosa técnica que permite crear un lenguaje propio, una comunicación casi secreta, como construyendo una perspectiva alternativa de la realidad que se coló a través de los ritmos porteños, ha terminado trufando las conversaciones cotidianas y es exhibido, incluso, como recurso estilístico por la Academia Argentina de Letras. Así, «cheno» es la noche, «jermu» es mujer o «raca» es la cara. La oficialización de lo inverso. Y, a veces, uno tiene la sensación de que hay mucho en la vida real, más allá de los juegos del lenguaje, que también se pone del revés.

El CIS nos ha revelado esta semana que un 44,1 por ciento de los hombres y hasta un 32,5 de las mujeres creen que la promoción de la igualdad «ha llegado tan lejos» que ahora son ellos los discriminados. Retrato desestructurado de género que, tras años de acoso al feminismo, de un lado y de otro, del negacionismo de Vox y del secuestro politizado y excluyente del extinto ministerio morado de Igualdad, han derivado en una versión contemporánea y extravagante de las discriminaciones. Un neomachismo que nos recorre, envuelto en sutilezas, apelando a lo superfluo e innecesario de las medidas que fomenten la equidad e ignorando para ello cualquier certeza estadística: ellas cobran un 18,8 por ciento menos que ellos; ellas ocupan el 39 por ciento de los consejos de administración de las empresas del IBEX, frente al 61; solo el 11,5 por ciento de las investigadoras ocupa un puesto de responsabilidad; ellas dedican 43 horas semanales al cuidado de la familia por las 18 de ellos y, en el extremo de lo irreparable, 56 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas en 2023. Entre los datos y la percepción, en fin, hay quien elige creer firmemente a sus tripas. «Mochisma».