La situación

La moción circense

«Aparece Vox lanzando un flotador a Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero»

Esta semana se iniciarán los trámites procedimentales para que Meritxel Batet, la presidenta del Congreso –así lo establece el reglamento de la cámara–, fije la fecha para que se celebre la moción de censura presentada por Vox, una vez que Pedro Sánchez le diga a Batet cuándo le interesa a él que se celebre –esto no lo establece el reglamento de la cámara, sino la conveniencia política de Moncloa–.

En estas cuatro décadas de democracia hemos asistido a varias mociones de censura. Alguna fue útil para quien la presentó. Felipe González no la ganó, pero le sirvió para elevar su estatura política. Pedro Sánchez la ganó y se convirtió en presidente. Otras mociones han resultado tan desatinadas, por improductivas, a posteriori como a priori: las de Hernández Mancha, Pablo Iglesias o Santiago Abascal. Solo ego.

Esta vez asistiremos a un nuevo ejercicio circense: un partido –Vox– presenta una moción de censura mediante persona interpuesta –Ramón Tamames–, porque su líder –Abascal– renuncia. Si Abascal no se atreve a presentarse como candidato de su propia moción de censura, ¿por qué habría de presentarse como candidato en las elecciones?

En medio de la más grave crisis interna en la coalición de gobierno, cuando PSOE y Unidas Podemos solo se ponen de acuerdo para mantenerse en el Consejo de Ministros, aparece Vox lanzando un flotador a Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero. Se dejará de hablar de sus problemas, mientras media España hará memes sobre lo que pase en el Congreso durante esa moción de censura.

El PP ha tenido dudas sobre si abstenerse o votar no, y sobrevuela la incógnita de si el ridículo que pueda hacer Vox beneficiará a los populares porque atraerá votos útiles de Abascal hacia Feijóo, o si, por el contrario, hará más palpable la inquietante y turbadora necesidad que tendrá Feijóo de pactar para gobernar con quienes protagonizan ese ridículo. Mientras, Abascal temblará en su escaño, porque puede haber acordado con Tamames el contenido de su discurso escrito, pero ¿qué ocurrirá después, en las diez o doce horas de réplicas y contrarréplicas improvisadas? ¿Las va a controlar Abascal?