A pesar del...

«Nucleares sí, por favor»

Solemnes indocumentados, tras el accidente de Fukushima, nos aseguraron que habría miles de muertos por la radiación.

Algunos recordamos a los solemnes indocumentados que, tras el accidente de Fukushima, nos aseguraron que habría miles de muertos por la radiación. No hubo ninguno. Y ni uno solo de esos presuntuosos agoreros pidió nunca perdón. La historia de la energía nuclear abunda en jeremiadas análogas, pregonadas aduciendo que «la ciencia», nada menos, avala los movimientos antinucleares, abanderados especialmente por la izquierda. Es todo un camelo, y de ahí que podamos dar la bienvenida al libro de Manuel Fernández Ordóñez, «Nucleares, sí, por favor», que publica Deusto.

El autor, doctor en Física Nuclear, desmonta con un lenguaje accesible los bulos más populares de los reaccionarios enemigos de la energía nuclear. Aquí algunos ejemplos de falsedades: las centrales nucleares son inseguras, emiten CO2, son incompatibles con las renovables, provocan cáncer o se utilizan para hacer bombas; o que no hay uranio suficiente, o que Chernóbil es un desierto nuclear.

Me resultó particularmente interesante la parte 3, que aborda un tema que a muchos partidarios de lo nuclear les hace dudar, y que Fernández Ordóñez zanja tajante: «El inexistente problema de los residuos radiactivos». No es que dichos residuos no sean potencialmente peligrosos, que lo son, sino que «la industria nuclear sabe cómo tratarlos de manera segura… no se trata de un problema de viabilidad tecnológica, sino de un problema de percepción pública». Recuerda que se han producido accidentes con residuos peligrosos, como sucedió en Aznalcóllar, pero nunca con los nucleares.

Otro ángulo importante, y no siempre subrayado, es la economía. En efecto, nuestros progresistas paralizaron proyectos ya en la época de Felipe González, lo que «nos ha costado a los españoles miles de millones de euros en indemnizaciones a las empresas eléctricas que hemos pagado durante décadas en el recibo de la luz, además de la pérdida de una capacidad de 5.000 MW».

Estas onerosas gansadas han continuado hasta el día de hoy, con Ione Belarra desbarrando sobre el sistema marginalista, que en realidad «asegura el mínimo precio posible para los consumidores», hasta el inefable Sánchez, que mintió una vez más cuando proclamó: «La energía nuclear no es una energía segura, ni barata».

El doctor Fernández Ordóñez denuncia también los gruesos errores en este asunto de políticos fuera de la izquierda, como Angela Merkel, y las bochornosas mentiras de organizaciones ecologistas, en particular Greenpeace.