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Nueva clase social: el «pringariado»

«“Estepaís” no podría seguir siendo feminista, resiliente, plurinacional y tutiquanti si no fuera por el pringariado»

En estos tiempos resilientes, siempre salimos más fuertes de todas las bribonadas que nos está deparando la historia, si por «fuertes» entendemos «impetuosos, ardorosos» ideológicamente, ya que nuestros lideresos nos incitan al combate contra el «fachismo» internacional e interplanetario que nos azota el plurinacional nalgamen. Tenemos el colesterol doctrinario a mil. Estos tiempos feministas nos mantienen alborozados, rebozados en progresismo. Hoy el «regresismo» está de regreso al sitio del que no debió salir: la caverna fachista. Somos testigos de la revolución social resiliente, competitiva, que admirarán los siglos: la transformación del proletariado en pringariado. Olvídense del manido y demodé «precariado». Eso ya quedó atrás, como tantos estamentos sociales privilegiados a extinguir. Ha llegado el «pringariato». ¿Y de qué hablamos cuando así hablamos? Pues de una nueva clase social compuesta por pringaos y pringás, surgida estos años (van unos cuantos, dos décadas ya…) de depauperación progresista de lo que quedaba de la clase media baja tirando a muy baja, o bajísima, pero antaño dignísima y hoy p*teadísima. Los miembros del pringariado comparten mismo nivel económico, social y cultural: todo en negativo. Nadie está solo en el pringariado porque hay mucha peña pringada, cada día más, creciendo al ritmo reguetonero de la inflación. Los pringaos no van a universidades privadas porque son chiringuitas, y además no pueden pagarlas. Ni a las públicas, al no ser aptas para todos los públicos. Se conforman con aprender en Redes Antisociales cuatro gansadas. A ello dedican más tiempo que a un máster, pero de precio…, ¡está al alcance! Tienen un estatus oscilante entre cero y nada, e ingresos de un 75% menos del salario medio mundial necesario para no pasar hambre. (¡Gracias, gobernantes sabios y honrados!). Trabajan más que un reloj, pero cuando cobran las cuatro perras deben pagar impuestos y vuelven a quedarse a menos cero bajero. Aunque están muy contentos y contentas, porque saben que trabajan para pagar diezmos (más bien «cienmos») imprescindibles para costear educación, sanidad, carreteras, corrupción, drogas, sobrinas de altos cargos y cargas de la gobernación… «Estepaís» no podría seguir siendo feminista, resiliente, plurinacional y tutiquanti si no fuera por el pringariado. Y eso lo saben 9 de cada 10 dentistas. Incluida Jésica.