Tribuna
El nuevo macartismo
El nuevo macartismo persigue al discrepante, al liberal, al de derechas, según dicen, de la misma forma que el antiguo lo hacía con el comunista, con el de izquierdas. La finalidad es la misma, imponer una ideología unitaria
Arthur Miller en su obra «Las Brujas de Salem» realiza una crítica mordaz contra una de las mayores cazas de brujas de la historia de los Estados Unidos, el macartismo, que fue el mayor caso de vigilancia y control de la población en su historia en el siglo XX, motivado por el senador republicano Joseph McCarthy en su alocada búsqueda de comunistas o simpatizantes para aislarles, para neutralizarles.
El escritor decía que los procesos figurados de Salem fueron el resultado de la implantación de una suerte de ideología teocrática, unitaria, que entre sus objetivos prevalecía la salvaguarda de la unidad ideológica comunitaria contra cualquier tipo de resquebrajamiento, oposición o discrepancia.
La campaña de vigilancia creada por el senador McCarthy acabó con la carrera y la reputación de cientos de intelectuales y ciudadanos estadounidenses. Muchos perdieron sus trabajos, sus propiedades, sus familias y no pocos su vida en actos autolíticos. Sin duda, fue un periodo oscuro que parecía superado pero que parece revivir en la actual política de la cancelación alimentada por las redes sociales y dirigida por determinados grupos políticos. Un ejemplo real para entender esa política es el de aquella directiva de una importante compañía de telecomunicaciones que hizo un chiste en Twitter, al parecer de mal gusto, que rápidamente se hizo viral. Como consecuencia, la empresa la despidió de inmediato. Es solo un ejemplo del poder de las redes sociales y de lo que representan las consecuencias de la política de cancelación.
Es por ello por lo que el nuevo macartismo es una especie de supremacismo ideológico, que señala, aísla, descalifica y trata de neutralizar socialmente al que no piensa ni actúa en el sentido señalado por algunos y que es constantemente repetido por algunos medios de comunicación. Si además ese supremacismo y política de cancelación se produce desde el gobierno de la nación, las consecuencias son imprevisibles.
Decía un gran intelectual, republicano y liberal español, Gregorio Marañón, que un liberal es aquel que está dispuesto a dialogar y tratar de entender a aquel con quien discrepa y que nunca aceptará que el fin justifica los medios. Sin embargo, este nuevo macartismo, situado lejos de la democracia liberal, ni está dispuesto a dialogar y menos a entender al discrepante, solo pretende señalar, aislar y cancelarlo para mantener esa ideología unitaria.
En el proceso de aislamiento se utilizan calificativos, tengan o no sentido. Por ejemplo, según la Real Academia Española, facha significa aspecto, figura, tener buena facha es tener buen aspecto. Sin embargo, el termino es utilizado como exabrupto para calificar de fascista, es decir de nacionalsocialista, al que no profesa en absoluto esa política. Naturalmente, el que utiliza ese término desconoce que los tres movimientos nacionalsocialistas europeos en el siglo XX fueron el fascismo, el nazismo y el falangismo. Simplemente se utiliza para descalificar, para aislar y cancelar al contrario a pesar de la evidente contradicción en el uso del término. Para conocer lo anterior hay que tener cierta curiosidad histórica y no solo mantener una fe ciega en la ideología.
El nuevo macartismo intenta eliminar políticamente de la vida social, o incluso académica, universitaria, y en otros ámbitos culturales a todo aquel que discrepa, que no comparte sus ideales y que se aleja de lo que algunos deciden que es lo políticamente correcto. No utiliza argumentos para debatir en libertad, seguramente por carecer de ellos, solo señala e insulta sin sentido. No pretende escuchar ni tratar de entender al que discrepa, como recomendaba Marañón, y desde luego, el fin que no es otro que cambiar a su modo la sociedad, justifica cualquier medio a utilizar.
La diferencia principal entre el nuevo y el antiguo macartismo es que éste utilizaba a la policía federal para perseguir a los disidentes, comunistas o antiamericanos y el nuevo es más insidioso, utiliza a ciertas facultades de algunas universidades, a ciertos medios de comunicación, prensa, radio y televisión, a determinados periodistas y a las redes sociales para aislar al discrepante. Cordones sanitarios les llaman, con cierta ironía, supongo que para evitar el contagio del libre pensamiento.
El nuevo macartismo persigue al discrepante, al liberal, al de derechas, según dicen, de la misma forma que el antiguo lo hacía con el comunista, con el de izquierdas. La finalidad es la misma, imponer una ideología unitaria.
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