A pesar del...

Lo nuevo y lo viejo de American Psycho

El liberalismo no se funda en la violencia ni en la discriminación sino en contratos voluntarios entre iguales ante la ley

Lo nuevo de American Psycho, de cuyo estreno se cumplen 25 años, es que habrá una nueva versión para el cine de la novela de Bret Easton Ellis.

Lo viejo es el antiliberalismo. Y eso es lo que fascina al pensamiento consabido, como ilustró en El País la escritora y crítica cultural Lucía Lijtmaer anunciando: «vuelve el capitalismo sádico». Es que a doña Lucía todas las piezas le encajan. Como resulta que el banquero de inversión neoyorquino Patrick Bateman, protagonista de la película, es un admirador de Donald Trump, «no es casual que Bateman vuelva ahora como expresión del capitalismo más salvaje, ostentoso y amoral». Y aún hay más: «Bateman es un verdadero libertario: mata sin distinciones de edad, raza o clase social. Aunque en materia de género es bastante selectivo: mata sobre todo a mujeres».

La señora Lijtmaer no ha entendido la película, ni el capitalismo, ni el liberalismo.

Creer que American Psycho es un documental que refleja la realidad es como creer que todos los maridos celosos son idénticos a Otelo.

La película es una sátira, una comedia de terror, centrada en un asesino demente, rodeado de colegas frívolos y estúpidos, e investigado por un policía que, para sumir al espectador en el desconcierto, no termina de estar claro si sospecha de Bateman o no. La directora, Mary Harron, explicó que para conseguir ese efecto de hecho filmó las escenas con William Dafoe en distintas actitudes. La película fue polémica por su violencia, especialmente contra las mujeres.

La locura de Bateman tiene aspectos psicopáticos, como su capacidad de manipulación y su total falta de empatía, pero también psicóticos, como sus alucinaciones y delirios, alejados por completo de la realidad.

Y eso nos presenta el problema de Lucía Lijtmaer: la realidad de un capitalismo que ella ve sádico, salvaje y amoral, con lo que debemos concluir que antes de Trump era afectuoso, civilizado y ético. Desde luego, no lo pintaban así los antiliberales. Y el liberalismo no se funda en la violencia ni en la discriminación sino en contratos voluntarios entre iguales ante la ley.

Un capitalismo a la Bateman jamás podría funcionar, porque el mercado es justo lo contrario de la crueldad sádica, porque la gente no suele ser masoquista.

Por fin, hablando de maltrato, de sadismo y de crímenes, igual doña Lucía puede reflexionar sobre qué sucede cuando no hay capitalismo.