V de viernes
Nuevos materiales, viejos peligros
Ahora se imponen los módulos con plásticos, neofibras y celulosas 3D, atractivos pero más arriesgados que la piedra y el cemento
La carrera por innovar lleva en ocasiones a soluciones que no tienen mucho sentido. Es bastante fácil ver fachadas modulares de edificios, estéticamente muy rompedoras, pero que con el paso del tiempo se degradan antes que otras edificaciones más antiguas, que aguantan mejor el impacto de, por ejemplo, la lluvia o el viento. Cada arquitecto quiere ir un paso más allá que su predecesor inventando soluciones cool, a veces sin tener en cuenta que la arquitectura del pasado ya había resuelto muchos de los problemas del presente. De manera que si por destacar en modernidad, se suprimen las cornisas en los nuevos edificios, el resultado es que la fachada se degrada con rapidez, por el simple hecho de que el impacto continuado del agua erosiona la parte a la intemperie de la edificación. Esto es algo de manual, pero que muchas veces se soslaya. Si a lo anterior unimos que muchos de los nuevos materiales están basados, de una u otra manera, en plásticos, neofibras, cartón prensado o celulosas generadas por impresoras 3D, el resultado es que aumenta el riesgo y la seguridad se resiente. Lindos predios que se diluyen como en el cuento de los tres cerditos. Está demostrado que, contra el fuego y las inclemencias climáticas, lo mejor es utilizar piedra, granito, mármol, ladrillo y hormigón. Es más caro y bastante más lenta la construcción, ciertamente. Pero también más resistente, adecuada y segura. A partir de esa base se pueden hacer muchas más cosas, pero lo importante es pensar primero en la seguridad, y después en la innovación.
En España se ha construido mala vivienda durante años. El desarrollismo dejó proyectos de pésima calidad, estéticamente horribles, peor diseñados, apiñados e ineficientes. Hoy se construye buena vivienda, aunque sigue habiendo proyectos que venden apariencia. A la historia pasó la casa de gruesos muros, con piedra y adobe, que aunque arcaica tenía sus ventajas desde el punto de vista del aislamiento y los riesgos. Es mucho más barato levantar mamotretos de paneles plásticos que además dan apariencia de bonitos.
Hay que hacer “vivienda verde”, por supuesto, sobresaliente en consumo, aislamiento, eficiencia, energía y estética. Pero sin perder de vista lo importante. Los fondos Next Generation que reparte el Gobierno están muy enfocados a la rehabilitación, el aislamiento térmico y acústico, la eliminación de humedades y adaptación energética, pero se hace poco hincapié en la seguridad. Casa atractiva y verde, siempre, pero sobre todo “casa segura”. Sin esto último lo anterior carece de relevancia. Por eso es bueno reclamar a constructores y arquitectos que, a la hora de diseñar y promover, no empiecen a hacer las viviendas por el tejado de lo bonito y lo barato sino por la base de la calidad. Y para las fachadas, hormigón, ladrillo, roca y granito. Donde esté la piedra, que se quiten los poliestirenos.
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