
El canto del cuco
El otoño del presidente
A Sánchez le conviene que dure el conflicto de Gaza y aumenten las amenazas de Putin. ¡Cuanto peor, mejor!
Entramos en otoño con tambores de guerra. Netanyahu arrasasa Gaza y Putin provoca a Europa sin soltar la presa de Ucrania. Palestina es un Estado fallido en manos de Hamás, culpable original del desastre, y Europa aparece desconcertada y débil sin ningún líder de provecho en este peligroso momento histórico. Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno español, no pinta ya nada en la crisis europea, y se ha erigido, con el aplauso de Hamás, en paladín de la causa palestina y en enemigo público de Israel y del presidente de Estados Unidos. Pero es un político débil, prácticamente desahuciado, sin apoyos para seguir gobernando y que se agarra, desesperadamente, a la pancarta del «¡No a la guerra!» -¿quién puede estar a favor de la masacre de Palestina?- y al uso tremendo del término «genocidio» a ver si puede dar la vuelta a las encuestas, claramente desfavorables. Pretende hacer ruido, dividir y crear confusión, como método de resistencia.
Se oscurece el cielo tras el largo y vistoso crepúsculo. El demacrado presidente sabe que ha entrado en su otoño particular, cuando cae del árbol la fruta madura y se adelanta la noche. Fuentes conocedoras de lo que se trama en los altos tribunales de Justicia aseguran que «éste no se come el turrón en La Moncloa». Lo dicen convencidos. Él se lo teme. La sombra de la UCO es alargada. Si Pedro Sánchez conociera a Paul Verlaine, que seguramente ni le suena, se sentaría junto a la ventana del despacho una tarde de estas y leería en voz alta a su mujer amada, sentada a su lado, el poema que dice: «Los largos sollozos de los violines del otoño hieren mi corazón de una languidez monótona. Totalmente sofocado y pálido, cuando la hora suena, me acuerdo de días pasados y lloro». Puede que ella entonces, escuchándolo, llorara también.
Existe la tentación de convocar elecciones después de agitar la calle con el «¡No a la guerra!». Como en ocasiones anteriores, se trata de convertir en votos las tragedias ajenas y, en este caso, de frenar la acción implacable de la Justicia, ganando tiempo. A Sánchez le conviene que dure el conflicto de Gaza y aumenten las amenazas de Putin. ¡Cuanto peor, mejor! La violencia política, como se vio en la Vuelta ciclista, no es descartable si beneficia a la izquierda. En ese caso, se alentará desde el poder. Mientras tanto, Feijóo sigue impasible. A pesar de las presiones, se niega a presentar la moción de censura. Prefiere contemplar cómo caen del árbol las hojas secas movidas por el viento.
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