La situación
Pactos sin remilgos
Sánchez ha demostrado ser un virtuoso en el arte de llevar a su grey del blanco al negro, siendo capaz –y su grey, también– de defender una cosa y su contraria en un plazo de días
La noche del 23 de julio, cuando se conoció el reparto de escaños que los españoles habían decidido establecer para la nueva legislatura, la calle Ferraz de Madrid se pobló de militantes y simpatizantes socialistas que marcaron el territorio a Pedro Sánchez. O, muy al contrario –conociendo el buen funcionamiento de la maquinaria de agit-prop del partido–, cumplieron la encomienda de la jefatura de gritar «no pasarán». La intención resultaba inequívoca: impedir cualquier tentación que algún socialista extraviado pudiera tener de que se produjera un acercamiento del PSOE hacia el PP, partido ganador de las elecciones, para llegar a un acuerdo de gobernabilidad. Y para conseguir ese objetivo solo existía un camino: olvidar remilgos y ensanchar las tragaderas, ya muy dadas de sí, con Podemos-Sumar, Esquerra y Bildu, añadiendo a Puigdemont a esa lista de inconvenientes compañías (que ya es añadir).
En la noche electoral de abril de 2019, se asistió al mismo procedimiento. En aquella ocasión, el PSOE sí era el partido más votado, pero no lo suficiente. Y las cuentas lógicas consistían en sumar sus 123 escaños a los 57 de Ciudadanos. Pero la calle Ferraz gritó entonces «con Rivera, no» y, en efecto, con Rivera, no. Pedro Sánchez apartó de sí el tentador cáliz de la moderación para entregarse a Pablo Iglesias, en compañía de Oriol Junqueras y Arnaldo Otegi.
El largo proceso de un mes hacia la investidura de Feijóo, que empezará a ser derrotado a partir de mañana, está resultando de gran ayuda a Pedro Sánchez, porque le concede margen para que su feligresía recorra el camino desde el «amnistía no» hasta el «nada hay mejor que la amnistía». Es el mismo proceso de adormecimiento entre sus votantes que ya acometió con los indultos y el fenecido delito de sedición. Sánchez ha demostrado ser un virtuoso en el arte de llevar a su grey del blanco al negro, siendo capaz –y su grey, también– de defender una cosa y su contraria en un plazo de días, y que engrosen la lista de fascistas aquellos que sigan pensando lo mismo que Sánchez defendía con apasionamiento hasta un par de semanas antes.
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