Los puntos sobre las íes
Un país gobernado por chusma como «Pam»
El historial de esta niñata malvada es interminable. Viene de muy lejos
Lo peor de todo es que la cabestra de la viceministra Ángela Rodríguez, alias Pam, sigue ahí en su puesto. En un país normal no estaría destituida porque ni siquiera hubiera llegado a ser nombrada. Y en una república del África subsahariana llevaría tiempo fuera de la política porque la habrían botado a las primeras salvajadas de cambio. Sólo la última fascistada verbal, «¡qué pena que la madre de Abascal no pudiera abortar!», le habría costado no sólo un cargazo, el de secretaria de Estado de Igualdad, por el que se lleva 123.694 eurazos –casi 30.000 más que el presidente del Gobierno–, sino una más que segura condena por incitación al odio. Aquí no acontecerá ni lo uno ni lo otro. Tiempo al tiempo: Podemos mete miedo, mucho miedo, miedo escénico del bueno, a políticos, empezando por Pedro Sánchez, jueces y periodistas. Son los matones del pueblo, los nuevos batasunos. Las que dicen combatir a la «extrema derecha [sic]» son ya por derecho propio las mejores prescriptoras del voto al partido verde. Su implícita invitación al asesinato de Santiago Abascal rescatará para los de la calle Bambú decenas de miles de papeletas que se habían mudado al PP por aquello del voto útil. Pero ahí continúa la malnacida esta más chula que un ocho a sabiendas de que Pedro Sánchez jamás se atreverá a tocarle un pelo porque eso significa tanto como perder el Falcon, el Super Puma, el Airbus 310, Moncloa, Doñana y la Residencia Real de La Mareta. Lo cual certifica dos cosas: que este Gobierno con la inteligencia de un pez morirá por la boca de una banda podemita que no para de soltar y hacer salvajadas, con la ley del «sólo sí es sí» como siniestro epítome, y por ende que es de largo el peor de la democracia superando a uno que creíamos inempeorable: el de Zapatero. El historial de esta niñata malvada es interminable. Viene de muy lejos, tanto como 2016, cuando llamó «puta coja» en un chat colectivo a una compañera de partido (Carmen Santos) que sufre una discapacidad. Hace unos días mostró su «preocupación» por que el 74% de las mujeres declare que su práctica sexual preferida es la penetración frente a un 26% que antepone la autosatisfacción. Un síntoma más del simplismo del personaje. Pero la madre o el padre de todos los disparates es esa Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual que ha abaratado la condena o directamente excarcelado hasta el momento a 733 violadores, abusadores y pederastas. No contenta con eso, Pam se ha mofado de las consecuencias de la norma y, por extensión, de las víctimas. De la magnitud del agujero legislativo da cuenta el último gran caso conocido: un depredador que está encantado con Pam e Irene Montero porque los 19 años de reclusión que le cayeron se han quedado en 12. Un maldito chollo y una burla para la persona a la que destrozó la vida para siempre. Cuando empezaba la puesta en libertad masiva de delincuentes sexuales, nuestra protagonista manifestó entre carcajadas: «¡Oleadas, salen oleadas de violadores a la calle!». En los prolegómenos de la Navidad repitió la desagradable jugada: «En las cenas se va a hablar del temita de los violadores a la calle, jajajaja!». ¿Se imaginan la que se hubiera liado si Pam o Montero fueran del PP? ¿Y si, además de ser unos fascistas peperos, hicieran bromas sobre las repugnantes consecuencias de su ley? Habrían asaltado Moncloa como mínimo. Y les habrían llamado de todo menos guapos y con razón. Un país gobernado por gente así es una mierda de país.
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