
La situación
El país que no se reconoce
«Hoy, la mentira no solo no resta, sino que suma. Y no solo en los Estados Unidos de Trump»
El pasado mes de septiembre, el Festival de Cine de San Sebastián premió a la actriz estadounidense Angelina Jolie. Resultó inevitable que en la conferencia de prensa se le preguntara por la situación en Estados Unidos, en este segundo mandato de Donald Trump. Angelina se tomó unos segundos para responder, incómoda con la pregunta y buscando la forma de explicarse sin resultar agresiva. Y lo consiguió: «Amo a mi país –dijo–, pero en este momento no lo reconozco». No solo quedó en evidencia su incomodidad, sino su tristeza. Angelina Jolie tiene una experiencia personal muy directa: reconoce que no puede hablar de política con su padre, el actor Jon Voight, entusiasta del trumpismo.
Quien escribe estas palabras acaba de volver de un viaje a Estados Unidos, país en el que estuvo por primera vez hace cincuenta años y que, desde entonces, visita de forma recurrente. Sin disponer del mismo bagaje personal de Angelina Jolie, se siente muy identificado con esas palabras: cualquiera que haya frecuentado Estados Unidos en otros tiempos, tendrá problemas para reconocerlo hoy.
Millones de personas dicen sentir temor por la deriva autoritaria que avizoran en la Casa Blanca. Otros muchos, inmigrantes latinoamericanos, viven directamente aterrados ante la posibilidad de ser detenidos como si fueran terroristas, en sus lugares de trabajo o en la calle.
La tensión política se ha contagiado a la sociedad, y muchas personas sufren el mismo problema que Angelina Jolie: ya no hablan de política con sus familiares o amigos con la normalidad de otros tiempos, porque supone un foco de conflicto, y prefieren evitarlo. Empresas de comunicación optan por la autocensura y se entregan a la causa trumpista, por temor a ser llevados los tribunales, bajo la amenaza de acabar condenados a pagar miles de millones de dólares.
Mucho tiempo atrás, un empresario estadounidense explicó a este articulista que Richard Nixon se había visto obligado a dimitir «porque los americanos no soportamos que nos mientan». Ese empresario era republicano y había votado a Nixon. Hoy, la mentira no solo no resta, sino que suma. Y no solo en los Estados Unidos de Trump.
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