El canto del cuco
El Papa en la tierra vacía
Nunca ningún papa se había pronunciado con tal detenimiento y determinación sobre el abandono del mundo rural y la despoblación
El papa Francisco se ha pronunciado sobre el drama de los pueblos abandonados, de lo que aquí llamamos la España vaciada. Ha sido un discurso oportuno, un buen recordatorio de un grave problema que suele plantearse con viveza cuando se acercan las elecciones y luego lo olvidan los poderes públicos, ocupados en sus peleas y politiquerías. Lo ha pronunciado ante una asociación italiana –ASMEL– que se dedica a la modernización de los entes locales. Nunca ningún papa se había pronunciado con tal detenimiento y determinación sobre el abandono del mundo rural y la despoblación de amplias zonas por falta de posibilidades. Propone descubrir oportunidades donde otros ven limitaciones, y nuevos recursos en lo que se considera desperdicio. Estas zonas marginales pueden convertirse en laboratorios de innovación social. Con prácticas sociales innovadoras, reconfigurando la relación con el medio ambiente en forma de cuidado, abriendo espacios de participación social y con nuevas formas agrícolas, entre otras cosas. Sugiere también superar viejos planteamientos y buscar nuevas relaciones de colaboración entre el sector público y el privado.
Su análisis es impecable. «La falta de oportunidades –dice– empuja a menudo a la parte más emprendedora de la población a marcharse y esto hace que los territorios marginales sean cada vez menos atractivos, cada vez más abandonados a su propia suerte». Se quedan sobre todo las personas mayores. Aumenta, en consecuencia, la necesidad del Estado de bienestar mientras disminuyen los recursos. Se da la paradoja de que en estos territorios vacíos del interior se encuentra la mayor parte del patrimonio natural, de extraordinaria importancia estratégica en términos ambientales; pero la despoblación creciente hace más difícil el cuidado de estos grandes espacios naturales. Observando esos pueblos vacíos, se escucha el grito de la tierra, el grito de los pobres y los descartados. En la fragilidad de las personas y del medio ambiente se demuestra que todo está conectado.
Los tiempos cambian aceleradamente. El campo también se verá afectado por los cambios. El papa Francisco advierte sobre la doble cara de la inteligencia artificial. Puede ser un poderoso instrumento de muerte o resultar beneficiosa si se utiliza para cuidar a las personas, las comunidades, los territorios y la casa común. Y subraya, con especial énfasis y gran preocupación, lo que llama «la cultura de la despoblación», el creciente descenso de la natalidad. «Hacen falta niños –proclama–, «Italia, España… necesitan niños; hay que tomarse en serio el problema de los nacimientos», porque nos jugamos el futuro. «Tener hijos –concluye– es un deber para sobrevivir, para salir adelante». En la España vaciada apenas quedan ya niños.
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