A pesar del...

Penélope Cruz y Víctor Manuel

Su misma incoherencia promueve los derechos de los homosexuales, al visibilizar el contraste con las autoridades antiliberales que los violan

Dos grandes artistas españoles han aparecido en los medios recientemente, y convocan a la reflexión. Doña Penélope Cruz ha colaborado en la campaña publicitaria de Emirates, alabando los lujos de su avión Airbus 380. Inmediatamente, como leí en El Periódico, la actriz recibió «una lluvia de críticas», porque antes había «defendido fervientemente el feminismo, los derechos LGTBI y la protección del medio ambiente», amadrinando ahora «una de las empresas más contaminantes del planeta, afincada en uno de los países donde menos se respetan los derechos de mujeres y homosexuales».

Muchos atacaron a la señora Cruz por su «incongruencia», igual que antes se habían sentido decepcionados porque ella y su marido, el también gran actor Javier Bardem, habían defendido la sanidad pública «al tiempo que ellos hacen uso de la privada», informó El Español.

Son críticas injustas. ¿Qué pretendían? ¿Que hiciera publicidad de las líneas aéreas de las tiranías de izquierdas? ¿O que fuera a dar a luz en un cochambroso hospital de la dictadura comunista cubana? Que la dejen en paz, por favor, porque sus mensajes son bendiciones para los amigos de la libertad. Su misma incoherencia promueve los derechos de los homosexuales, al visibilizar el contraste con las autoridades antiliberales que los violan.

Fue también un rayo de esperanza para el liberalismo lo que declaró Víctor Manuel a La Razón: «He ganado dinero merecidamente, sin esquilmar a nadie».

También apunta algo interesante, al afirmar que su comunismo convive con su fortuna «sin mala conciencia». Tiene toda la razón. El problema del comunismo nunca fue que un pequeño grupo de sus partidarios más célebres hayan sido millonarios, sino que los comunistas, al aplicar el comunismo, no solamente impiden que los pueblos se enriquezcan, sino que los matan de hambre en cifras, esas sí, millonarias.

Pero la clave de todo está en esa extraña frase de don Víctor: él gana dinero porque se lo merece, sin perjudicar a nadie. No me cabe la menor duda de ello.

A partir de ahí la pregunta es obvia: ¿por qué dijo esa frase como si fuera una peculiaridad? Si él gana dinero sin esquilmar a nadie, ¿qué pensará que hacemos los demás?, ¿qué pensará que hacen los trabajadores, los profesionales y los empresarios del planeta? Naturalmente, en su aplastante mayoría hacen lo mismo que él. En suma, que viva el liberalismo.