Tribuna

El pensamiento político de Fernando Buesa

Es indudable el paralelismo entre la situación a la que se enfrentó Fernando Buesa, haciendo gala de sus convicciones democráticas y de su orientación socialdemócrata, y la que se planteó en España después de las elecciones generales de 2023

El pensamiento político de Fernando Buesa
El pensamiento político de Fernando BuesaBarrio

Asistí hace nada a una exposición sobre la figura de mi hermano Fernando Buesa, organizada por la fundación que lleva su nombre. Mi sorpresa fue que, en ella, no había ninguna referencia concreta a las ideas que inspiraron su actividad como dirigente de los socialistas vascos, siendo así que fue un político original, poco dado a replicar las consignas de su partido. Mostraré aquí dos ejemplos de ello que, seguramente, estuvieron entre lo más destacado de su pensamiento y su acción.

El primero se refiere a su defensa de la posición socialista en el debate sobre el derecho a la autodeterminación que tuvo lugar, en 1990, en el Parlamento Vasco. Allí expresó su oposición «al planteamiento mismo de la autodeterminación como derecho que deba ser proclamado para ser ejercitado por el pueblo vasco». Y lo hizo apoyándose no sólo en las resoluciones de Naciones Unidas –que lo circunscriben «a los procesos de descolonización» y lo limitan bajo el «principio de la integridad territorial de los Estados»–, sino también en los conceptos de libertad y democracia, «base del poder legítimo» que, en el momento constituyente de 1978, debatió y rechazó «un eventual derecho de secesión de los pueblos que integran España». Más aún, señaló que «los ciudadanos de la Comunidad Autónoma del País Vasco hemos afirmado nuestro legítimo sistema de convivencia cuando al establecer la democracia nos hemos dado una Constitución y un Estatuto de Autonomía». Por ello, recordó que los vascos, al asumir su autonomía, contrajeron «un deber de lealtad (al Estado) que se concreta en exigencias de cooperación, coordinación y fidelidad». Y de ahí que «la pretensión separatoria (de los nacionalistas vascos) no fuera otra cosa que la de liquidar el Estado democrático y autonómico de España».

Naturalmente, Fernando Buesa no sólo se opuso radicalmente a esa pretensión, sino que afirmó que España «es una comunidad moldeada en la historia a cuya construcción hemos contribuido los vascos y formamos parte de ella». Además, recordó que era a través de España como los vascos «pertenecemos a la Comunidad Europea». Y concluyó afirmando el compromiso de los socialistas con la sociedad vasca «porque, frente a la inquietud y el desasosiego, este país requiere estabilidad y es necesario que haya gobernantes con un profundo sentido de la lealtad». Hoy sus palabras en aquel discurso resuenan y chocan con la praxis del que fue su partido; una praxis en la que las concesiones a los nacionalistas vascos y catalanes, sean de izquierda o derecha, que nunca han renunciado a la secesión, sitúan al Estado en el borde de su fragmentación y probablemente de su fracaso.

El segundo ejemplo alude a la decisión que tomó mi hermano en 1999, tras las elecciones a las Juntas Generales de Álava, de romper con la trayectoria de pactos postelectorales de su partido –que hasta entonces sólo había establecido acuerdos con el PNV– y dar su apoyo a Ramón Rabanera, del PP, como candidato más votado para asumir el cargo de Diputado General; algo que, según dijo entonces el jeltzale Iñaki Anasagasti «sólo lo podía hacer un hombre como Buesa, agraviado por los forcejeos políticos habidos entre PNV y PSE». Recordemos que el contexto de aquella determinación fue el acercamiento del partido de Arzallus a ETA cuando un año antes suscribió con esta organización terrorista el «Pacto de Lizarra». Fernando Buesa, en su discurso durante la sesión de investidura, les recordó a los nacionalistas que «no tenemos ninguna obligación con ustedes» y que «pensamos que su política es equivocada … porque han sembrado incertidumbre e inseguridad sobre las reglas del juego constitucionales y estatutarias, generando tensiones institucionales … sin ningún respeto a quienes no les hacemos el juego». Señaló después que, teniendo en cuenta la «voluntad mayoritaria de los ciudadanos (y) la necesidad de la alternancia para la salud democrática», su partido votaría en favor de Rabanera «sin hacer pactos ni compromisos con el Partido Popular (y) sin ninguna pretensión de formar parte del gobierno foral, … adoptando nuestra posición política con absoluta libertad, de acuerdo con nuestras propias convicciones». Y recordó, para que no hubiera dudas, que socialistas y populares «somos antagonistas en la política», y que «lo natural es que allí donde el Partido Popular gobierna, el Partido Socialista se sitúe en la oposición para defender con claridad su política socialdemócrata».

Desde mi punto de vista, es indudable el paralelismo entre la situación a la que se enfrentó Fernando Buesa, haciendo gala de sus convicciones democráticas y de su orientación socialdemócrata, y la que se planteó en España después de las elecciones generales de 2023. Claro que, al contrario de mi hermano, Sánchez carece de tales principios e ideología, con el resultado de todos sabido. Bueno es recordarlo ahora, tantos años después.

Mikel Buesaes Catedrático Emérito de la UCM