Editorial

Podemos y Sumar, la peor cara de la política

Pedro Sánchez sabe que sus opciones pasan por la concurrencia de un bloque de izquierdas con dos candidaturas y que una tercera lista alejaría la mayoría

Yolanda Díaz lleva meses desenredando la madeja de dudas y cálculos sobre las posibilidades del proyecto político que encarna con la asistencia de personajes secundarios que servirán como oportuno anclaje en feudos y segmentos muy concretos. Aún hoy se desconoce cuál será el alcance de la plataforma denominada Sumar y cómo enhebrará tanta aspiración reunida en la alianza en ciernes con los intereses del auténtico muñidor del proyecto que es el presidente del Gobierno. La firma de extrema izquierda, que germinará al parecer el próximo domingo, con su anunciada puesta de largo oficial, es por encima de otra condición un instrumento llamado a reemplazar a Podemos en la coalición que la izquierda estará obligada a reeditar para seguir en La Moncloa en el mejor de los casos exigida por unas expectativas electorales por completo insuficientes por separado. Pedro Sánchez ha apostado por Yolanda Díaz para neutralizar a los morados, que han sido un quebradero de cabeza permanente, especialmente desde que Pablo Iglesias decidió controlar e interferir en la acción del gobierno extramuros del mismo mediante Ione Belarra e Irene Montero. A día de hoy parece muy improbable un compromiso real que cohesione a la extrema izquierda del país con la vista puesta en el horizonte electoral de mayo y diciembre, aunque si la amenaza de la pérdida del poder se acrecienta y la presión se dispara, el instinto de supervivencia al calor del dinero público podría hacer milagros. En todo caso, ese marco llegaría después de los comicios autonómicos y municipales en el supuesto de que los resultados activen las alarmas. Ahora, la realidad es que la confianza entre Sumar y Unidas Podemos está rota y que la animadversión, que antes era soterrada, es de dominio público porque los protagonistas, especialmente Pablo Iglesias, se han preocupado de que así sea. El espacio de colaboración a la siniestra del PSOE es un campo de batalla en el que el resentimiento y la codicia políticas atizan una lid entre acusaciones y desencuentros mutuos de líderes que no tienen voluntad de pactar, sino el propósito de mandar y someter a la otra parte. El espantajo de las primarias, de la demanda de acuerdos firmados sobre procesos abiertos para armar la organización, resulta pirotecnia y cosmética con que travestir una lucha por el poder sin cuartel. Es, de nuevo, como tantas veces con el cainismo endémico de la izquierda, la manifestación de lo peor de la función política en una democracia, aquella en la que los representantes públicos desatienden e incluso desprecian el bien supremo del sistema, su razón de ser y existir, que es el ciudadano, en el altar del despotismo. Pedro Sánchez sabe que sus opciones pasan por la concurrencia de un bloque de izquierdas con dos candidaturas y que una tercera lista alejaría la mayoría. Para España que la izquierda pase a la oposición es una imperiosa necesidad.