V de viernes

El poder de la luz

La optogenética permite apagar, encender o controlar las neuronas a través de pulsos lumínicos en el cerebro

Dar instrucciones al cerebro para las funciones más diversas es posible con la optogenética, técnica que combina luz con terapias génicas, y permite activar o inhibir cualquiera de los cien mil millones de neuronas que tenemos. El funcionamiento es complejo, pero a la vez simple: se colocan “interruptores” en las neuronas para encenderlas y apagarlas con haces de luz, instalando en el cerebro un “interruptor” de opsinas, proteínas extraídas de ciertas algas o archo-bacterias que responden a la luz. La canalrodopsina responde a la luz azul, y permite que las neuronas reciban órdenes. El otro “interruptor” es la halorodpsina, que se enciende con la luz amarilla y silencia la neurona activada previamente.

Esta técnica no es nueva, ya que la descubrieron en 2005 tres insignes investigadores de Stanford, Massachusetts y Oxford y ha sido mejorada desde entonces con experimentos en moscas, ratones, primates y humanos. Las posibilidades que permite para combatir enfermedades son enormes, por ejemplo epilepsia, parkinson o alzheimer. Dado que el cerebro es el órgano que envía señales para el funcionamiento de cualquier parte del cuerpo, si se activan las neuronas que consiguen parar un ataque de epilepsia, el resultado es espectacular. Ya se ha logrado recuperar casos de ceguera apenas con pulsos de luz azul, sin intervención quirúrgica, pero con la previa inserción de la canaldoropsina adecuada para que las neuronas correspondientes permitan a un ciego ver de nuevo.

Tan increíble como cierto. En realidad no es necesario insertar opsinas cada vez que se pretende encender una neurona con luz. La terapia génica permite enviar su ADN a través de virus inactivados o mediante nanopartículas ultraconectivas de óxido de grafeno reducido (GOr), benceno, carbino u otros súper-materiales inteligentes de propiedades eléctricas. Simplemente hay que inyectar y llevar al cerebro los genes de las clamidononas (alga unicelular que responde al azul), o las arqueas (arqueobacteria que responde al amarillo), para que a partir de ahí el cerebro las fabrique de manera autónoma, replicando su ácido desoxirribonucleico. Una vez que ese ADN está replicado e insertado en las neuronas, un simple pulso de luz azul activará aquellas que se considere necesarias. En experimentos con ratones, se les indujo que percibir imágenes que no existían, y a través de ellas se les ordenó comer o beber. Famoso fue el caso del ratón y el grillo. Juntos ambos en un espacio cerrado, el ratón y el grillo convivían pacíficamente, hasta que al roedor se le activó con un pulso de luz azul la neurona correspondiente para convertirse en depredador del grillo, momento en el que atacó al ortóptero hasta devorarlo. Se encendieron las neuronas correspondientes a la agresividad, que se apagaron después con luz amarilla.

Ni que decir tiene que, amén de las cualidades inherentes a la medicina, esta técnica alberga también opciones de uso menos benigno caso de ser usada por quienes pretendan, por ejemplo, controlar a la población.