«De Bellum luce»

La política no tiene talento

La profesionalidad de la política aleja cada vez más a sus representantes de los problemas de la calle

La política tiene un problema de talento, cada vez más grave, y sin solución en tanto que los que lideran en primera línea el debate público no entiendan que quien se atreva a romper con la dinámica del grito, y del «no» a todo lo que hace y dice su adversario, estaría ante la oportunidad de llevar el boleto premiado. Hemos visto estas semanas las operaciones de puesta al día que han hecho socialistas y populares, la última la del principal partido de la oposición. Mezcla de portavoces del pasado con caras nuevas, mucha presencia femenina, pero poco aire nuevo y con galones de oficio, lo que es otra confirmación más de que en la política no hay espacio para la regeneración porque todo lo ocupan los contrapesos internos y seguir a ciertos voceros para limitar sus críticas.

La solución no vendrá de ahí. Sánchez ha hecho un Gobierno de continuidad en la mediocridad, sin revulsivos políticos, aunque la maquinaria de Moncloa se haya empleado en pregonar lo contrario, y tampoco el PP ha sorprendido con la entidad de su apuesta. Los buenos gestores no entran hoy en política, a pesar de que el clima propicie a pensar que la democracia está en peligro en un mundo tan complicado y tan sometido a cambios radicales, y en el que en su mayoría políticos mediocres son los que llevan las riendas de la nave.

Por supuesto que España se ha visto en situaciones mucho más dramáticas que ésta, basta con echar la vista atrás y observar por encima el siglo XIX o el siglo XX. Pero no es menos cierto que el momento actual exige de políticos de Estado, en el sentido pleno de esta palabra. Que diferencien la lucha contra el adversario político de la demagogia y del populismo, y que no caigan en el error de anteponer su ego personal a la realidad nacional.

La profesionalidad de la política aleja cada vez más a sus representantes de los problemas de la calle. Todo es táctica, juego a corto plazo, pensando en el titular, en cómo ganarle el día al contrario, en vez de en cómo ganar la partida para el bien común de los ciudadanos. Ni el marketing ni los mensajes del pasado sirven hoy para dar futuro a las próximas generaciones, aunque en el laboratorio de eslóganes de partido no sean conscientes de ello. La sociedad evoluciona, pero los políticos siguen tropezando siempre en los mismas vicios de ayer, y si no son conscientes de ello, que repasen a Cicerón.