Canela fina
Los políticos, mediocridad e incompetencia
«La corrupción, con ser muy grave, no es lo que caracteriza a la clase política española, sino la mediocridad y la incompetencia»
Durante cuarenta años, los más agrios casos de corrupción han vertebrado la vida política española. También en Francia, en Alemania y, sobre todo, en Italia, las prácticas corruptas han devastado la ejemplaridad de los partidos políticos. La objetividad exige, sin embargo, reconocer que en España la corrupción, a pesar de su innegable gravedad, no constituye la característica sustancial de la clase política de nuestro país.
La degradación de los últimos años ha demostrado que son la mediocridad y la incompetencia las peculiaridades principales de nuestra clase política. Hay excepciones, muchas excepciones, claro. Y los españoles cuentan con numerosos políticos serios, sólidamente preparados, eficaces en la gestión. Pero los casos de mediocridad e incompetencia se van generalizando y agobian al buen pueblo de nuestra nación.
No voy a entrar en el bochornoso espectáculo que se ha producido este año con motivo de la primera gota fría. «De nada sirve –afirmó Sagasta el siglo pasado– recrearnos en los aspectos negativos de un desastre». Entre otras razones porque la Dana ha puesto de relieve también el espíritu de solidaridad del ciudadano español, que se ha volcado en el auxilio de los damnificados para mitigar la catástrofe. Y que el Ejército, la Guardia Civil, la Policía Nacional y las Policías locales han demostrado su eficacia y su admirable preparación.
Es la clase política, salvo contadas excepciones, la que no ha dado la talla, ni a escala nacional ni a escala autonómica ni a escala municipal. Zarandeados todos por rencillas partidistas, han mostrado ante la opinión pública las oquedades de la mediocridad y la incompetencia. La reacción resultó tardía, insuficientes las medidas, la desorganización lamentable, la eficacia en entredicho.
Los partidos políticos se han convertido en agencias de colocación, en pseudoempresas que desde el poder y también desde la oposición se dedican a proteger antes que nada los intereses partidistas a través del cómodo expediente de subir los impuestos y sangrar hasta la hemorragia a los que de verdad trabajan, oprimiendo a los ciudadanos a través de la dictadura burocrática y mostrando de forma descarada incompetencia y mediocridad cuando se producen crisis de gravedad.
Luis María Anson, de la Real Academia Española
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