Al portador

Precios para ricos y pobres y la hipocresía de los gobiernos

La inflación –siempre se explica– perjudica a los menos favorecidos de la sociedad

Friedrich Hayek (1899-1992), uno de los grandes economistas liberales del siglo XX, Premio Nobel de Economía, rival de Keynes (1883-1946), y autor de cabecera del desaparecido ex líder del PP Pablo Casado, siempre contempló a la inflación como un gran mal a lo largo de los tiempos: «No creo que sea exagerado decir –escribió– que la historia es en gran medida una historia de inflación, generalmente de inflaciones diseñadas por los gobiernos para beneficio de los propios gobiernos». Pedro Sánchez y Nadia Calviño, a la espera del día de la investidura –del socialista, claro–, además de poner a escurrir a Feijóo, celebran, cada vez con voz más baja, la teórica moderación de la inflación en España, otra vez al alza y ya en el 2,6%, con la subyacente en el 6,1%. Ambos saben que, hasta final de año al menos, vienen curvas pronunciadas con los precios. En diciembre podría incluso superar el 5%, según las previsiones de Funcas, aunque la de los alimentos sigue por encima del 10%, con alzas acumuladas entre el 15 y el 20% y mucho mayores en el caso de algunos productos, como ahora el aceite de oliva, ya por las nubes –el Gobierno en funciones no tiene la culpa de esto– por las malas cosechas y la sequía.

La inflación –siempre se explica– perjudica a los menos favorecidos de la sociedad. Ahora el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, acaba de poner letra a esa música y todo está más claro, aunque es posible que incomode a muchos. Lo ha dicho en inglés y quizá por eso haya tenido, en un primer momento, menos eco, pero los datos que ha ofrecido son contundentes. En 2022, «los hogares de bajos ingresos –dijo el miércoles– experimentaron una inflación promedio del 8,9%, mientras que la experimentada por los hogares más ricos fue el 7,8%». No es novedoso y hay abundantes estudios que lo documentan, pero el recuerdo es oportuno. La explicación es que los hogares con ingresos menores gastan más en proporción en energía y alimentación. Algo similar ocurre en todos los países, incluidos los Estados Unidos, precios para pobres, precios para ricos. Hernández de Cos también recordó que la inflación «redistribuye la riqueza de los prestamistas a los prestatarios –deudores–, cambiando el valor real de los activos y pasivos nominales». En la práctica es un buen negocio para los muy endeudados, sobre todo los Gobiernos que, al no ajustar los tipos impositivos a la inflación –como el español–, recaudan más sin que muchos ciudadanos se den cuenta y así se benefician, con gran hipocresía, de la situación, como explicaba Hayek.