
El canto del cuco
Preguntas sin respuesta
No es creíble que Pedro Sánchez no conociera con detalle todo o casi todo lo que ocurría en su propia casa, en su Gobierno y en su partido
Está ya sobre la mesa, como asunto central de la política española, conocer el grado de conocimiento y de implicación del presidente Sánchez en lo que estaba pasando a su alrededor. He aquí algunas preguntas sin respuesta: ¿Conocía y apoyaba los negocios de su mujer y de su hermano, de los que tienen que dar ahora ellos cuenta a la Justicia? ¿Sigue pensando que son víctimas de una persecución judicial injusta, ignominiosa, destinada a perjudicarle a él? ¿Qué hará si son condenados con todas las garantías procesales? Pase lo que pase con ellos, ¿aprueba su comportamiento moral? ¿Se han comportado así con su consentimiento y aplauso? ¿Tuvo conocimiento y consintió o estimuló personalmente la supuesta filtración del Fiscal General del Estado contra una singular adversaria política suya? ¿Conocía y aprobaba la prolongada actuación en la sede de su partido y en el Ministerio de Transportes, de Ábalos, Koldo y Cerdán, que eran personas de su máxima confianza? ¿O miraba para otro lado? ¿Está seguro de que no hay otros ministros y otros altos cargos implicados? ¿Estaba al tanto del viaje clandestino a Madrid, y sus objetivos, de la vicepresidente venezolana Delcy Rodríguez? ¿Está de acuerdo con las oscuras actividades de Rodríguez Zapatero, su antecesor y colaborador privilegiado, en Venezuela y en los tratos con China? Etcétera.
No es creíble que Pedro Sánchez no conociera con detalle todo o casi todo lo que ocurría en su propia casa, en su Gobierno y en su partido. Es un hombre listo, mandón, inseguro, desconfiado, que tiene fama de controlarlo todo sin dejar cabos sueltos. Cuentan que le sobrevienen monumentales ataques de ira con sus colaboradores cercanos cuando fallan o no le dan cuenta puntual de algo. Se da la circunstancia de que todos esos casos de corrupción política –se espera que afloren más– confluyen, de una u otra manera, en su persona. Salta a la vista que es el principal punto de referencia. Debería despejar dudas y frenar las crecientes sospechas de su complicidad delictiva en esos comportamientos. O, si no, decidirse ya, al menos, a intentar lavar la imagen en el Jordán de las urnas.
Preguntar no es ofender. Preguntar, dice Confucio, «constituye en sí mismo un rito correcto». Cuando en un país se acumulan las preguntas sin respuesta, se desmorona la confianza de los ciudadanos en el poder y se pone en peligro el sistema democrático y la estabilidad misma de la nación. Hasta ahora, la respuesta de Pedro Sánchez a tantas preguntas inquietantes sigue envuelta en el viento, como en la conocida canción de Bob Dylan.
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