El bisturí

El PSOE, al borde de un ataque de nervios

Los asesores áulicos del presidente están optando por tirar de manual para dar un vuelco a los sondeos, aunque con resultados infructuosos hasta ahora.

Las huestes monclovitas llevan ya varias semanas al borde de un ataque de nervios. Y no precisamente porque pretendan homenajear a Pedro Almodóvar, el cineasta fetiche al que tanto debe el socialismo español, sino porque las encuestas no terminan de carburar para Pedro Sánchez, cuyos cuatro años de desgobierno han llegado a hastiar hasta a la ciudadanía más progresista. De cumplirse a pies juntillas la mayoría de los pronósticos demoscópicos que van dibujándose estos días en todo tipo de medios de comunicación, el PSOE y sus compañeros de viaje a ninguna parte podrían ser barridos del mapa no sólo en comunidades que parecían tener bien amarradas, sino también en grandes ciudades como Málaga, Sevilla o Madrid.

El tránsito hacia el centro del PP de Alberto Núñez Feijóo, las vergonzosas cesiones –con indultos encubiertos incluidos– a los independentistas, el disparatado incremento de los impuestos y de los precios de los alimentos y otros productos, el escándalo de los trenes cántabros y la grotesca gestión de la ley del «solo sí es sí» están desangrando a la izquierda, y tienen visos de llevar en volandas a la victoria a los populares en las próximas autonómicas y municipales. Sabedores del agudo declive electoral, los asesores áulicos del presidente están optando por tirar de manual para dar un vuelco a los sondeos, aunque con resultados infructuosos hasta ahora.

¿Qué es exactamente lo que están haciendo? Lo mismo que en pasadas elecciones cuando la situación era igual o peor de desesperada. Por un lado, aprovechar la bonanza recaudatoria provocada por la inflación y la sorprendente connivencia europea con el gigantesco aumento de nuestra deuda pública para repartir dádivas, prodigar subvenciones y tirar de algunas medidas populistas que en sí mismas podrían calificarse de justas, pero que causarán un destrozo total a la economía y cuya reparación tendrá que correr a cargo del Gobierno que resulte vencedor en las urnas por la vía de los recortes. Es el caso de la subida del salario mínimo –que a la larga espanta la creación de empleo–, la aprobación de 2.500 millones de euros para becas educativas o el incremento de las pensiones para acompasarlo al IPC, pese a que la Seguridad Social roza ya la quiebra técnica y acumulará un déficit cercano a los 54.000 millones de euros allá por 2050. La otra bala que está disparando Moncloa es la ideológica, y con ella trata de trasladar a la opinión pública la caricatura de que el PP no es más que un partido casposo y hasta retrógrado, que no hace más que destrozar encima los servicios públicos, como si estos no estuvieran ya suficientemente destrozados por la ineficaz gestión socialista. En esta estrategia hay que enmarcar la polémica sobre el aborto en Castilla y León o sobre el giro dado por esta formación con respecto a la ley a la que, 13 años después, ha dado el visto bueno el renovado Tribunal Constitucional.

Como todo esto no parece suficiente, los estrategas socialistas preparan la traca final en su feudo maldito: la capital. Bien auxiliados por Podemos, la idea es acrecentar las protestas profesionales en la atención primaria y prender la mecha también en los hospitales y las emergencias para que la sanidad entera se revuelva contra el PP y los pacientes terminen con razón de enfurruñarse. En dos palabras: un montaje. Dejen pasar un día las elecciones y verán cómo todo el vocerío de estos días se convierte en silencio.