
El canto del cuco
Lo público y lo privado
Se demuestra, sin género de duda, que el abuso de poder corrompe absolutamente. Sucede cuando el gobernante se apropia del poder como un bien que le pertenece y que no suelta pase lo que pase
Lo público es de todos, lo privado es de cada uno. Apropiarse desde el poder de lo que es de todos es un abuso de poder, característico de los autócratas. Para impedir ese tipo de abusos existen las oficinas de transparencia, la vigilancia de los jueces y los controles de la oposición y de los medios de comunicación. A pesar de los controles, el Gobierno de Pedro Sánchez, sobre todo su presidente, es acusado de apropiarse personalmente de los bienes públicos, empezando por el Falcon, y de cometer, en unión de su mujer, posibles delitos de tráfico de influencias. Queda para el juicio de la Historia, en el negro capítulo de las corrupciones, el alto coste de los siete votos, pagados a toca teja a costa del bien común, para mantenerse en el poder.
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha solicitado inútilmente, como era de esperar, a la Oficina de Conflicto de Intereses una investigación sobre el comportamiento del presidente en el rescate millonario de Air Europa. Es la primera vez que aparece Sánchez en papeles judiciales como sospechoso de un posible delito. No será la última. Desde el primer día de su mandato mostró pocos escrúpulos a la hora del aprovechamiento personal o familiar de los bienes públicos. Nada más tomar posesión pidió el Falcon y acudió con su mujer al festival de Benicasin, a disfrutar del concierto de los Killers. El sentido patrimonial del poder ha ido confirmándose con el paso del tiempo. El último escándalo conocido lo proporciona Alejandro Entrambasaguas en un libro de inminente aparición titulado «La sagrada familia». Resulta que David, el músico hermano de Pedro Sánchez, enjuiciado en Extremadura, permaneció varios meses escondido en el palacio de La Moncloa mientras aducía, para pagar menos impuestos, que residía en Portugal. A costa del contribuyente vivía también en el palacio presidencial su esposa, embarazada, Kaori Matsumoto, con ambulancia a su disposición y todo. ¿A quién puede extrañar ver a toda la familia reunida pasando unas espléndidas vacaciones de verano en el palacio regio de La Mareta?
La moral política, dice Pérez Galdós, «es como una capa con tantos remiendos que no se sabe ya cuál es el paño primitivo». Basta observar al PSOE con su honradez centenaria y comprobar, después del paso por el poder de Pedro Sánchez, qué queda del paño primitivo. Se demuestra, sin género de duda, que el abuso de poder corrompe absolutamente. Sucede cuando el gobernante se apropia del poder como un bien que le pertenece y que no suelta pase lo que pase.
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