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Qué buena es Kamala

El antiliberalismo que proclama Harris se traducirá, concluye Vásquez, en la inevitable consecuencia de las medidas intervencionistas: «los más perjudicados terminan siendo los más necesitados»

Tituló El País: «Harris busca votos para reducir el coste de la vida a la clase media». La candidata demócrata declaró: «Me voy a centrar absolutamente en crear oportunidades para la clase media». Absolutamente. Qué buena es Kemala.

En realidad, su descarada propaganda recuerda la de Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, y que también insiste en que nos va a ayudar a todos, y solo castigará a los asquerosos ricos con sus Lamborghinis. En ambas orillas del Atlántico, pues, podemos recordar lo que dice el tango: mentira, mentira.

Aquí un resumen de las propuestas de Harris: controlar el mercado para evitar la especulación con los precios de los alimentos; controlar los precios de los alquileres; aumentar el gasto público en vivienda, para construir hasta tres millones, y para subvencionar a los compradores y a las familias con bajos ingresos que adquieran su primera vivienda. Todo esto se va a financiar «pidiendo a los estadounidenses más acomodados y a los gigantes empresariales que paguen una proporción justa». ¿No le suena todo esto muy familiar, señora? Pues, claro que sí, es muy parecido a los bulos de Warren.

Donald Trump bromeó con los planes de su rival de vigilar los supermercados para impedir que se encarezcan los alimentos. Dijo: «Lo llamamos el plan Maduro». Sobre el disparatado plan de echarle la culpa de la inflación a las empresas y de pretender resolver los problemas castigándolas, Expansión recogió unas declaraciones de David Wessel, de la Brookings Institution: «Este plan no ha sido diseñado para atraer a los economistas».

Aparte de que los males que padece la economía americana derivan de las propias políticas de Biden y Harris por el aumento del gasto público y el respaldo a las políticas monetarias expansivas, todo sugiere que esos males se agravarán si Harris aplica sus medidas intervencionistas. Apuntó Ian Vásquez, del Instituto Cato: «se calcula que el costo de tales medidas agregaría 1,7 billones de dólares al déficit fiscal durante una década».

No es que haya que entusiasmarse con Donald Trump, que en realidad es otro populista, como Kamala Harris y Warren Sánchez, pero el antiliberalismo que proclama Harris se traducirá, concluye Vásquez, en la inevitable consecuencia de las medidas intervencionistas: «los más perjudicados terminan siendo los más necesitados».