Quisicosas

Que hagan autopsia al pato

No entiendo en absoluto a la nueva progresía. Deben estar ayunos de causas, de otro modo no se entiende tanta furia, tal polémica, tan indignada consideración de la sensibilidad auditiva canina o las migraciones de las nidadas

En lo que ha quedado la izquierda: para organizar funerales de anátidas. Las redes se incendiaron tras los 7 minutos –siete– que duró la mascletá de Madrid, a costa de la imagen de un pato muerto por el ruido. Asesinato en el Manzanares, la derecha psicópata torturando criaturas de la naturaleza, hemorragia de tinta digital.

Con tal mala pata (pierna, no ánade) que el pato no había fallecido de resultas de los petardos, sino de muerte natural, días antes. Un ciudadano que lo vio, mientras paseaba junto al río con su hija, había filmado el cadáver de casualidad y envió el vídeo a las teles. Las risotadas estaban servidas y hay quien ha pedido una autopsia para determinar la causa del deceso.

Qué lástima, las famélicas manifestaciones en contra de la petardada en Madrid. En las movilizaciones, apenas un puñado de ancianos con mascota y muchas señoras enfadadas, acogidas colateralmente a la causa ecologista, pero lo más llamativo ha sido la indignación unívoca de la izquierda intelectual, que ha sacado sus armas todas contra el alcalde de Madrid y la presidenta de la Comunidad, por atreverse a atronar los oídos de perritos y gatitos o espantar a gaviotas y cormoranes.

Fueron siete minutos lo que duró la mascletá. Veinte mil personas pudieron asistir a un espectáculo que de ordinario nos está vedado, salvo que viajemos a Valencia. Aprendieron –y aprendí– que una mascletá no es un lanzamiento caótico de pólvora, sino una cadencia estudiada, casi un pentagrama de ritmos y humos coloreados, que empieza en adagio y termina en gran traca. Nos gustó acercarnos a la vida de otros españoles e ir más allá del agua, los azucarillos y el aguardiente. En la izquierda, sin embargo, se han hecho chistes reclamando en Madrid un «encendido de la feria» o unos sanfermines, que de paso ha servido para ofender a andaluces y pamplonicas, bien orgullosos de lo suyo.

Te digo que no entiendo en absoluto a la nueva progresía. Deben estar ayunos de causas, de otro modo no se entiende tanta furia, tal polémica, tan indignada consideración de la sensibilidad auditiva canina o las migraciones de las nidadas. Se acabó todo en siete minutos y, una vez recogido el andamiaje y despejada la zona, el Manzanares sigue su cauce, las aves pían, las cotorras graznan y los transeúntes pasean a sus mascotas. Nadie ha muerto, ni siquiera un pato. Los mismos que acuden a conciertos ruidosísimos, los que acampan en Sol dejando puercas las calles y los que en las grandes paradas dejan una peste a pis que nos atufa a los que trabajamos en el centro, han montado en vano un estandarte con un pato que, de ser de derechas, habrían laqueado.