A pesar del...

«Qué verde era mi valle»

No hay un cuestionamiento abierto del capitalismo sino una defensa de los débiles que luchan por lo suyo; de la dignidad del trabajo, un trabajo sacrificado, duro y extremadamente peligroso

La adaptación de la novela de Richard Llewellyn representó para John Ford su tercer Oscar como mejor director en 1941. Fue también la única de sus obras que obtuvo el premio a la mejor película.

La comparación con Las uvas de la ira es irresistible, porque en ambos casos se trata de historias familiares, desgarros afectivos y conflictos económicos. Destacan las mujeres fuertes, Ma Joad en un caso y Mrs. Morgan en Qué verde era mi valle. Pero hay diferencias. Eduardo Torres-Dulce señala: «el corazón sentimental de Ford está más cercano, es más irlandés, a los mineros galeses que al de los Okies». Y mientras los Joad reflejan el presente y la compleja esperanza en el futuro, los Morgan aparecen desde la mirada de Huw, «un niño que rememora como adulto el lejano tiempo del valle y de su familia». Ford sostenía que era la más autobiográfica de sus películas, «lo que resulta evidente en términos de sentimientos y fidelidades, ideas y valores».

Algunos mensajes económicos y sociales son claros, como la simpatía que Ford siempre siente hacia los trabajadores, antes que hacia sus empleadores, a lo que se añade aquí el rechazo al clasismo en la educación. Suele haber una valorización de la religión, pero aquí con la complejidad de la relación entre el predicador y la joven Angharad, que se refleja al final en la amarga arenga del primero frente a sus rígidos compañeros del clero y a la hipocresía de sus feligreses.

Puede verse como una crítica a la economía moderna y al individualismo, porque lo que prima aquí es la familia y la comunidad, amenazadas por el progreso. Sin embargo, se observa también, como en otras historias fordianas, la importancia del esfuerzo individual y la responsabilidad para salir adelante –los Morgan van muriendo o dejando el valle, introduciendo otro tema típico del director americano: la emigración.

No hay un cuestionamiento abierto del capitalismo sino una defensa de los débiles que luchan por lo suyo; de la dignidad del trabajo, un trabajo sacrificado, duro y extremadamente peligroso; de la solidaridad comunitaria y laboral; de la generosidad y la entrega; y, como siempre en John Ford, de la familia y las tradiciones, representadas aquí con tonos particularmente nostálgicos y sentimentales, y como una invitación a no olvidar nunca lo verdes que eran, efectivamente, nuestros valles.