El trípode del domingo
Racismo anti andaluz y anti católico
No hay palabras para describir la ofensa a los sentimientos de millones de andaluces y en general a todos los creyentes católicos
Hoy que termina la Semana Santa con la gran fiesta de la Resurrección del Señor, tras recordar tantos padecimientos suyos sufridos por amor a la Humanidad en forma de injurias, escupitajos, bofetadas, latigazos, corona de espinas clavada en la cabeza y muerte crucificado entre dos delincuentes como uno más de ellos, es tan lamentable como doloroso tener que evocar lo sucedido en la televisión autonómica oficial de Cataluña TV3, el martes de esta semana. En horario «prime time», o sea de máxima audiencia para mayor escarnio, el programa «Está passant», –«Está pasando»– se lo dedicó a la celebración de la Semana Santa en Andalucía personificada en la Virgen del Rocío en particular. No hay palabras para describir la ofensa a los sentimientos de millones de andaluces y en general a todos los creyentes católicos, por el citado programa que merece la máxima repulsa por su obscena vulgaridad y el supremacismo etnicista que destila por todos sus poros. Quizás convenga llamar a las cosas por su nombre y calificar de racismo anti andaluz y anti católico al engendro televisivo, con sus dos presentadores transmitiendo tanta incultura en sus patéticas risotadas al entrevistar a la bufona que hace el papel de la Virgen. La ridiculización de su acento andaluz llega al clímax cuando se permite flirtear con los dos payasos, y –perdonen lo escriba casi literalmente para dar adecuada cuenta de la gravedad del tema– de poner en su boca que «Lleva 200 años sin echar un ** como Dios manda». La Junta de Andalucía y otras instituciones como el obispado de Huelva, la FECAC, Federación de entidades culturales andaluzas de Cataluña y algunos partidos políticos, ya han condenado la emisión y exigido una disculpa oficial y responsabilidades por la misma. Que una televisión oficial, financiada con recursos públicos procedentes de los impuestos de los ciudadanos, la mayoría de ellos católicos y muchos además andaluces de origen, incrementa si cabe la gravedad de lo sucedido. No basta la referencia habitual en casos parecidos, de aludir a que nunca se atreverán a hacer una ofensa semejante a las creencias de los musulmanes o de los judíos –lo que por supuesto sería igualmente inaceptable– sino que el racismo étnico que rezuma hacia la cultura y tradiciones andaluzas –las procesiones de Semana Santa y el acento andaluz– provocan repulsión y vergüenza ajena. En una Cataluña donde la migración andaluza de primera y posteriores generaciones es una componente muy destacada de su actual identidad, lo sucedido debería servir de revulsivo para aflorar y atajar el supremacismo étnico que subyace en una parte no menor del actual nacionalismo secesionista.
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