La situación

Los raíles de la Constitución

El acuerdo es defendido por Moncloa como la demostración de que el independentismo más sobreactuado vuelve a los raíles de la Constitución. Pierdan toda esperanza: no pueden volver donde nunca estuvieron

Al terminar el día, el candidato a la investidura descansará en Moncloa después de una intensa jornada de discursos y réplicas en el Congreso de los Diputados. Habremos escuchado los detalles de su programa de gobierno y las justificaciones de sus acuerdos con dirigentes políticos que han ocupado buena parte de su vida pública en situarse fuera de ley, como Otegi, Junqueras o Puigdemont, entre otros. También se nos habrá enumerado el listado de motivos para que esos dirigentes sean considerados como socios legítimos, e incluso convenientes, para la gobernabilidad de España siendo, como son, participantes en diversos tipos de conspiraciones delictivas para destruir al país.

Cuando acabe esta jornada, se nos habrá intentado convencer de las muchas bondades que aportarán a la nación las concesiones que se entregarán a cambio de los votos, tratando de evitar el recuerdo de las consecuencias que han tenido, a lo largo de la historia, las concesiones previas. Porque la intención buenista siempre fue que, entregando competencias y tratando a Cataluña y al País Vasco en clara desigualdad ventajosa con los demás territorios, los partidos nacionalistas de esas dos comunidades tenderían a acomodarse y a abandonar sus reivindicaciones más extremas.

Por el contrario, el resultado de esa estrategia de apaciguamiento político y económico fue, primero, el Plan Ibarretxe y, después, el procés. Las cesiones solo han servido para que los nacionalistas se transformen en independentistas, para que resurjan desde su debilidad y para que construyan nuevos peldaños en una escalera con la que intentan irse de España.

Ahora, el acuerdo entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont es defendido por Moncloa como la demostración de que el independentismo más sobreactuado vuelve a los raíles de la Constitución. Pierdan toda esperanza: no pueden volver donde nunca estuvieron. Siendo optimistas, podría tratarse de un paso atrás temporal para tomar impulso y volver a las andadas. Porque la duda no es si habrá un nuevo procés, sino cuándo. Y la otra duda es si ese pacto podría suponer que Pedro Sánchez ha comprado paz para él durante su mandato y, después, el que venga que se apañe como pueda.