El canto del cuco

Recuperar la concordia constitucional

Es imprescindible volver a la centralidad y que las dos principales fuerzas políticas recobren el diálogo y se pongan de acuerdo en los grandes asuntos de Estado

Algo serio está pasando aquí para que el Rey tenga que dedicar su mensaje de Navidad, casi en su integridad, a defender la Constitución y su espíritu de concordia. Cada uno hará su interpretación, más o menos interesada, de la inequívoca advertencia de Felipe VI, pero su significado obvio es que la discordia política está amenazando el sistema constitucional. Con la división en dos bloques enfrentados no vamos bien. Levantar un muro entre unos y otros no conduce a nada bueno. El rechazo de los socios del Gobierno a la Monarquía y a la unidad de la nación es inquietante, una rémora empobrecedora, que nada tiene que ver con las ventajas de la diversidad. La amnistía a los políticos que se han levantado contra el orden constitucional, a cambio de sus votos para seguir en el poder, sólo puede generar protestas en la calle y honda preocupación en el Poder Judicial, que ve seriamente amenazada su independencia desde el Gobierno y desde el Parlamento. La división de poderes se diluye paso a paso en España. Y aumenta peligrosamente la discordia bajo el mandato de Pedro Sánchez.

A esta anómala situación responde el singular mensaje navideño del Rey este año. La prudencia regia, su imprescindible neutralidad política y la estricta supervisión de sus palabras por parte de La Moncloa impiden descifrar del todo el grado real de malestar con el comportamiento del actual Gobierno y sus socios; pero se trasluce. Concuerda con la seriedad de su cara en la toma de posesión. Seguramente lleva razón Tácito y «es difícil juntar la concordia y el poder». Puede que, visto lo visto, el Monarca albergue dudas de si acertó en la investidura, como le critican desde la derecha. Veladamente reconoce que no tenía más remedio que hacer lo que hizo ateniéndose estrictamente a su papel constitucional. Otra cosa es que le convenza el resultado. Tampoco el zigzagueante comportamiento de la oposición, agitando la calle, le tranquiliza demasiado. Pero son los extremistas de derecha y de izquierda los que más están atizando la discordia. Y en esta polarización tampoco estamos libres de culpa los medios de comunicación.

No hay tarea más acuciante, después de escuchar al Rey, que la de recuperar la concordia constitucional. Para eso es imprescindible volver a la centralidad y que las dos principales fuerzas políticas recobren el diálogo y se pongan de acuerdo en los grandes asuntos de Estado. Difícil tarea con Sánchez en La Moncloa, pero no imposible. «La concordia -dice Salustio- hace crecer las cosas pequeñas, la discordia arruina las grandes». Pues eso.