
Mirando la calle
Reflexiones sobre el suicidio
«Acercarse a esa frontera también es valorar qué significa vivir, qué nos debemos a nosotros mismos y qué estamos dispuestos a soportar»
Recién celebrado el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, conviene recordar que, en España, se suicida una media de once personas al día. Más de cuatro mil al año. Es la primera causa de muerte en adolescentes. ¿Qué subyace tras ese universo de dolor invisible, de desesperación insuperable que conduce al más negro abismo al que puede descender el ser humano?
El suicidio ha sido, desde los inicios del pensamiento, una herida abierta en el centro de la conciencia. Camus, en el «Mito de Sísifo», afirmó que «no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio». Y concluyó que la respuesta no está en quitarse la vida, sino en aceptar el absurdo de la existencia y rebelarse contra él.
En cambio, Hume, defendió el suicidio como un acto racional cuando la vida se vuelve insoportable y consideró que nada ni nadie debería impedirnos ponerle fin. Para este filósofo «el suicidio no es una ofensa a Dios ni a la sociedad, sino una elección legítima ante el sufrimiento».
No opina lo mismo Kant, para quien quitarse la vida es tratarse como un medio, no como un fin; un acto indigno que niega nuestra condición racional y moral.
Entre un extremo y otro, Ciorán se atreve a deslizar que: «Lo único que nos permite soportar la existencia es la posibilidad del suicidio». No lo celebra, pero sí lo entiende como una luz al final del túnel.
Schopenhauer por su parte lo considera una afirmación de la voluntad, no su negación, mientras que Nietzsche admira más a quien sabe vivir con dolor que a quien huye de él. ¿Quién tiene razón en sus consideraciones? Tal vez todos. Tal vez ninguno.
Reflexionar sobre el suicidio no es justificarlo, ni condenarlo, solo escucharlo. Comprender su misterio con respeto y sin juicio. Acercarse a esa frontera también es valorar qué significa vivir, qué nos debemos a nosotros mismos y qué estamos dispuestos a soportar. Ahí, en ese cruce entre la desesperación y la lucidez es donde nace y muere la verdadera filosofía, de la que emergen casi todas las respuestas… Lo importante es saber que, dependiendo del lugar emocional en el que nos encontremos, nos sentiremos más cerca de unas u otras.
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