Sin Perdón

Una remodelación intrascendente

«No creo que el presidente del Gobierno nos sorprenda con algún nombramiento interesante»

Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados
Pedro Sánchez, en el Congreso de los DiputadosAlberto R RoldánLa Razón

En un año electoral, el Gobierno y su actividad se convierten en un instrumento fundamental que se utiliza descaradamente, aunque respetando los límites o la apariencia de legalidad, al servicio de la campaña de reelección del presidente. No deja de ser un órgano político, titular del Poder Ejecutivo, que dirige la Administración General del Estado, que en teoría tiene que ser neutral, pero dista mucho de ser así en la realidad cotidiana. Se produce una absoluta colonización que alcanza a las administraciones institucionales y corporativas. A la hora de analizar la estructura de la Administración es habitual dividirla en los órganos superiores de dirección política (los miembros del consejo de ministros); los que le sirven de colaboración y apoyo (secretarios de Estado y la comisión general) y de respaldo a la dirección política y de gestión administrativa (subsecretarios, secretarios generales, secretarios generales técnicos, directores generales y subdirectores generales). Este último bloque está formado, salvo excepciones, por personas afines políticamente a diferencia de lo que sucede en otros países como el Reino Unido. Por supuesto, este carácter partidista se extiende a los cargos de las administraciones institucionales y corporativas donde se coloca a amigos sin importar, siquiera, su cualificación y experiencia.

Por ello, la actividad de esos órganos adquiere en el tramo final de la legislatura un carácter crepuscular y la remodelación de gobierno es un mero trámite, porque los sustitutos no tienen una labor relevante que realizar. Alguno puede tener la suerte de seguir en el siguiente gobierno, si continúa su partido, pero en la mayor parte de las ocasiones es un premio de consolación algo devaluado desde hace algún tiempo. El desprestigio de la política, desgraciadamente, no ayuda. Sánchez ha anunciado que la remodelación será después de la moción de censura. En muchas ocasiones hemos oído la famosa frase de «¿Ministro? ¡Aunque sea de Marina!» que se atribuye a Jesús Fueyo, que nunca llegó a ser nombrado. Es lo que estuvo en el ánimo de Alberto Garzón cuando le colocaron en el intrascendente cargo de ministro de Consumo. Al menos ha tenido el sueldo, el coche, el despacho y ha podido situar a sus amigos y colegas como altos cargos y asesores. No creo que el presidente del Gobierno nos sorprenda con algún nombramiento interesante.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)