
La situación
El respeto institucional
«Feijóo resulta sensible a la presión de quienes tiran de él hacia posiciones más extremas. Pero quizá no sea la mejor idea»
En una de sus recientes apariciones públicas, Feijóo ocupó parte de su intervención en marcar distancias con Vox, pero con un trato exquisito hacia los votantes de Vox, como si el líder del PP considerara que se puede hacer esa distinción entre un partido y quienes lo votan. En definitiva, su objetivo es convencer a los votantes de Vox para que vuelvan a la casa política que muchos de ellos habitaron: el Partido Popular de las mayorías absolutas de José María Aznar y de Mariano Rajoy.
Para conseguirlo, Feijóo ha decidido forzar el discurso del partido en algunos asuntos, como la inmigración. No llega a los excesos xenófobos de Vox, pero sí establece diferencias evidentes con la política del gobierno.
Añadido a eso, está la política de gestos. El líder del PP no da rienda suelta a su lengua como lo hace Abascal. Pero teme quedarse corto, porque los votantes de Vox son aficionados al espectáculo y a las patadas en los tobillos. A Feijóo le cuesta más competir en ese terreno enfangado, sin límites ni reglas.
En el PP existe la tentación de dejarse llevar por la tendencia antisistema de la extrema derecha. Sin embargo, a un partido de Estado, aspirante a ser el partido del gobierno, se le supone en las antípodas de la política punk de fuerzas situadas en la frontera de lo democrático o, incluso, más allá.
Por tanto, si el rey preside un acto en conmemoración de la entrada de España en las comunidades europeas, por respeto institucional es lógico que asista el líder del Partido Popular, aunque allí esté el presidente del Gobierno, haya dicho o hecho lo que haya hecho o dicho. Y si el rey preside el acto de apertura del año judicial, tiene lógica que asista el líder del PP, aunque el fiscal general procesado se niegue a dimitir, o aunque el presidente del Gobierno se haya erigido en juez del Tribunal Supremo para sentenciar que el fiscal es inocente.
Núñez Feijóo está urgido a ganar territorio electoral frente a Vox, y resulta sensible a la presión de quienes tiran de él hacia posiciones más extremas. Pero quizá no sea la mejor idea.
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