El bisturí
El ridículo de los ministros de Sumar
Su actuación con la corrupción socialista no puede calificarse más que de patética
Los cinco miembros que Sumar colocó en el Gobierno como recompensa por su apoyo a la investidura son un cero a la izquierda. Algunos ya apuntaban maneras de su incompetencia y sectarismo antes de acceder a las carteras que Pedro Sánchez tuvo a bien entregarles, pero su triste actuación al frente de las mismas ha terminado corroborándolo con creces. Tan nefasta ha sido hasta ahora la gestión de Yolanda Díaz, Ernest Urtasun, Mónica García, Pablo Bustinduy y Sira Rego que si la mayoría de ellos no ocuparan ministerios de segunda, sino de primera, estarían compitiendo mano a mano con Óscar Puente por el título de peor ministro progresista, esa palabra tan cacareada por el sanchismo que en realidad no significa nada, porque más que progreso, con el Gobierno actual no ha habido más que retrocesos y corrupción. Mucha corrupción. De todos ellos, los peores son, sin duda, la titular de Sanidad y la vicepresidenta del Ejecutivo, porque García y Díaz no paran de cometer errores y encima van con ínfulas, como si los problemas no fueran con ellas. Que España siga liderando todas las tasas de paro y los jóvenes tengan vetado el acceso a la vivienda no parecen asuntos de la incumbencia de la responsable de Trabajo y pelota oficial del sanchismo. ¿De qué le sirve a un joven que le suban unos euros el salario mínimo si no podrá marcharse de casa de sus padres hasta los 40 años? Ese es el progreso que ha logrado el autodenominado progresismo. ¿De qué vale la balumba de leyes erráticas que está dictando García si todos los partidos, hasta los que son socios del Gobierno, se las tumban por las aberraciones que contienen? ¿De qué alardea la ministra de Sanidad cuando España tarda más de 600 días en autorizar las terapias innovadoras que salvan vidas y el número de pacientes en lista de espera bate todos los récords, mientras ella sigue sin aprobar la prometida norma que iba a poner coto a este problema? Además de contribuir con su impericia a la degradación manifiesta de todos los servicios sociales bajo el Gobierno sanchista, las chicas y chicos de Sumar a los que el presidente entregó una cartera ministerial son también cómplices por inhibición de la corrupción socialista. Que prevariquen y cobren mordidas insignes socialistas era ya algo que todo el mundo daba por sentado, porque la historia es cíclica y la apetencia al lujo y al dinero termina siempre emergiendo entre los que se dicen defensores de los pobres. Pero, sinceramente, de los representantes de Sumar y los partidos que integran esta formación se esperaba algo más a la hora de hacerle frente. Ver cómo Yolanda Díaz atacaba a Mariano Rajoy cuando la corrupción azotaba al PP y verla ahora haciendo teatro ante la que golpea el corazón del sanchismo es una burla que no cuela ya ni entre los izquierdistas radicales más recalcitrantes. Ver a Mónica García bramar contra Isabel Díaz Ayuso y su novio, y escuchar ahora su palabrería vacua contra las andanzas de los secretarios de Organización del PSOE provoca grima, hastío y vergüenza ajena. ¿Se creen acaso que los españoles somos tontos? Si turbia fue la actuación de todos ellos con los casos de Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, la de ahora con la corrupción socialista no puede calificarse más que de patética. Pero claro, si hacen algo se les acaba el chollo. Se les ve el plumero. Menudo ridículo están haciendo.